Capítulo treinta y tres: La finalidad de las citas.

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Anne.




Tres semanas después...

—A tus padres no les va a hacer ni puñetera gracia que te hayas escapado de casa y mucho menos a tus hermanos. —comentó mi amiga jugueteando con las llaves del coche en sus dedos.

—Me he pasado tres semanas ingresada en reposo absoluto y si pretenden que cuando llegue a casa esté prácticamente igual, es que no me conocen para nada. —dije acercándome a ella con tranquilidad. —Podría decirte lo mismo, porque como tu madre se entere de que le has robado las llaves del coche, te va a castigar de por vida. —añadí señalando al objeto mencionado. Mi amiga miró las llaves dudosa y se encogió de hombros.

—No quieren comprarme un coche pues tendré que recurrir al suyo. —Caterine abrió el coche y ambas nos adentramos en él. —Aún no me has dicho por qué tus hermanos continúan aquí teniendo una vida lejos de este sitio.

—Y prácticamente después de haber huido de aquí en el pasado. —apunté. —Supuestamente quieren pasar más tiempo conmigo, pero estoy segura que lo que quieren es vigilarme.

—O sea que tus padres y tus hermanos han hecho piña por ti. —comentó mi amiga arrancando el coche y poniendo rumbo a nuestro destino previsto.

—Toda la vida odiándose y ahora deciden unirse y crear una familia consolidada. —me crucé de brazos e hice un mohín con la boca. —Tendré que sobornarlos y volver a ponerlos de mi lado.

—De todas formas en algún momento tendrán que volver a hacer su vida normal y volverán a irse.

—Preferiblemente pronto. Aunque juego con ventaja, por lo visto son muy fáciles de comprar, mis padres lo han conseguido, así que yo, que soy la reina del soborno, lo tendré hecho. —sonreí. —De todas formas, tengo razones para sospechar de que tienen dobles intenciones para quedarse aquí; no solamente se quedan por mí, hay algo más.

—Y vas a indagar. —afirmo mi amiga.

—Y tú lo harás conmigo. —la pelirubia suspiró pesadamente y tomó una curva bruscamente. —¡Que me vas a matar y acabo de darle esquinazo a la muerte!

—Deberías dejar los planes para cuando te sientas recuperada. —enarqué una de mis cejas.

—¿Quieres matarme para evitar que no planee planes maléficos?

—Punto número uno, no quiero matarte y si quisiese, ya lo hubiese hecho y nadie se hubiese dado cuenta; punto número dos, solo digo que hagas todo eso más adelante. Tómate un tiempo de descanso. Llevas una vida demasiado ajetreada. —entrecerré los ojos.

—¿Has hablado con mis padres, hermanos o con el mismísimo demonio de pelo naranja? Porque son las típicas palabras que dirían ellos; de hecho, esas palabras llevan repitiéndomelas desde que salí del hospital. —Caterine rodó los ojos.

—¿Crees que me aliaría con alguno de ellos? Ni aunque Tahiel me diese el mejor sexo del mundo. —hice un mohín de asco con mi boca y la pelirubia se empezó a carcajear.

—No me traumatices, gracias.

Después de darme el alta, había estado muchos días en casa bajo vigilancia familiar porque, supuestamente, tenía que descansar y recuperarme por completo.

Órdenes del médico. Gracias por joderme tanto. Que te den. Ojalá comiendo galletas mojadas en café o colaco, cuando ésta vaya de camino a tu boca, se te caiga en el vaso con el líquido y encima lo manches todo.

En fin, a lo que iba, se podría decir que me tenían secuestrada. Había tenido que escaparme por la ventana de mi habitación para poder salir esta tarde con Caterine porque sino no había manera de ir a dar una vuelta; de hecho, ni si quiera me dejaban verla. Dicho por mis hermanos: Caterine nunca iba a estar de su lado y siempre me iba a apoyar en todo, aunque eso fuese salir de fiesta por ahí y no descansar nada. ¡Caterine me entendía! Ya había descansado lo suficiente en el hospital, ahora tenía que volver a vivir mi vida loca. Y aun así, me acababa de decir que tenía que dejar de realizar y pensar planes malvados para descansar un tiempo hasta que me recuperase por completo; aun apoyándome me decía eso, imaginad si no me llega a apoyar. Si llega a pertenecer al equipo de mis padres y mis hermanos, o se hubiese chivado o hubiese dejado que me confiase para después llevarme a casa. Es decir, me hubiese vendido. Esto demuestra claramente lo fuerte que es nuestra amistad.

Nunca en la vida. (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora