Capítulo veintiséis. Avalancha.

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Tahiel.


El corazón nunca me había latido tan fuerte. Notaba como si éste fuese a salírseme en cada respiración que diese o se me fuese a romper con cada paso rápido que daba.

Estaba tan alterado y preocupado por Anne que no era consciente realmente de qué estaba ocurriendo alrededor y la verdad es que me daba igual. Me importaba una mierda si el mundo explotaba en este instante porque para mí estaba totalmente paralizado; para mí lo único de vital importancia en este instante era esa estúpida chica del demonio.

¿Cómo se le ocurría asistir a una carrera ilegal? ¿Por qué no me hizo caso? Le dije que era una mala idea, pero su cabezonería y su constante costumbre por desafiar a los demás la han llevado a que su bienestar esté en juego. Pienso echarle una buena regañina cuando la vea.

Cuando me llamaron por teléfono no me dijeron mucho, solamente que había sufrido un accidente pero no sé en qué estado se encuentra. Sé que Anne es una mujer fuerte y difícil de derribar, pero igualmente tengo que admitir que estoy un poco preocupado por ella (aunque lleve negándoselo a Miguel todo el camino); pero por otro lado, intento auto-convencerme de que han exagerado. Seguramente ella estará bien, tendrá unos simples rasguños o una conmoción cerebral y querrá que todos vayamos allí para gastarnos una broma pesada y para contarnos cómo ha ocurrido todo. Le gusta demasiado ser el centro de atención.

—¿En serio crees que es el mejor momento para coger un atasco? —le pregunté irónico a Miguel.

Cuando recibí aquella llamada, alarmé de tal manera a mi mejor amigo que robamos el coche de su padre, pasamos a recoger a toda velocidad a Lucas y, mientras que lo poníamos al corriente, nos dirigimos al hospital velozmente. Nos saltamos semáforos, paradas de stop e incluso pasos de cebra (más de un peatón se reencuentra con nosotros en el hospital y por nuestra culpa irónicamente). Al padre de Miguel le van a llegar varias facturas de muchos, muchísimos radares. Aún no sé ni cómo no nos ha parado la policía. Por eso mismo que ahora mismo estemos en medio de un atasco lo veo una completa pérdida de tiempo.

—¿Pretendes que salte por encima de los coches? Yo estoy tan preocupado como tú. —me contestó mi amigo. —Pero ante un atasco si que no puedo hacer nada.

—Por última vez, no estoy preocupado. —rebatí cruzándome de brazos.

—Y nunca podrás estar tan preocupado como él porque no sientes lo mismo por Anne como él. —corrigió Lucas.

Claro que estaba preocupado, pero no excesivamente preocupado. Anne y yo no éramos novios ni teníamos absolutamente nada, así que no tendría por qué preocuparme tanto. Evidentemente que lo estaba, pero como ya he dicho, también estaba intentando pensar que ella había engrandecido todo y que estaba mejor de lo que me habían dicho pero si empezaban a decir que estaba preocupado, iba a volverme paranoico, a pensar que realmente debería estar preocupado y a preocuparme.

—¿De verdad que no estás ni un poco preocupado? —preguntó Miguel girándose en el asiento del conductor y mirándome con ojos dudosos.

—Tú mira hacia la carretera. —bufé molesto.

Cuando Dylan me llamó parecía bastante exaltado, pero quizás solamente era una artimaña para vengarse por no haberla acompañado a la carrera. Hablamos de Anne, la misma chica que consiguió encerrarme un castillo abandonado por horas y con animales e insectos a los que les tengo fobia; la chica que consiguió clavarme una flecha y perseguirme por un parque azotándome por un látigo; la chica que me secuestró, me ató y me tuvo durante días encerrado en el sótano de su casa sin darme de comer sometiéndome a una dura extorsión (seguramente que si se lo preguntáis a ella dice que soy un melodramático, pero sucedió así y tendríais que estar ahí para verlo). Hablamos de una chica fuerte y difícil; hablamos de una chica que puede tirar una puerta con una patada.

Nunca en la vida. (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora