Capítulo ocho. ¿Que no le molestaba? ¡Já!

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—¿Y a ti qué te ha pasado? —curioseó Elías cuando Tahiel entró en el bar.

Todos se quedaron sorprendidos al ver como el chico de pelo anaranjado venía andado con aires de prepotencia pero con una gran capa de colores verdes, lilas y fucsia fluorescentes. Me mordí la lengua para aguantarme la risa y comencé a mirarme distraídamente las uñas. Conociendo a Tahiel seguro que ahora se pondría a dar voces como un esquizofrénico y a echarme las culpas de todo; ¡ni que yo fuese la responsable de sus nulos y torpes reflejos!

Que, por cierto, ese chico tenía unas cuerdas vocales increíbles. ¿Por qué nunca se quedaba ronco? Estaba constantemente dando voces y jamás caía malo con la garganta y perdía la voz. Yo tenía muy mala suerte y él demasiado buena.

—Parece un arcoíris. —comentó mi amiga soltando una sonora carcajada.

Tahiel se acercó a nosotros con el rostro rojo debido a la furia, el ceño fruncido y los puños apretados los cuales comenzaban a adquirir un color blanquecino.

No sé si era consciente pero ahora tenía más colores incrementados y sí que comenzaba a parecerse a un arcoíris.

—¡Ha sido culpa del demonio que está aquí sentado! —gritó mientras que me señalaba y me miraba furioso.

—Pues ahora que me fijo tú también tienes un poco de fucsia en la cara. —Caterine fue a apartarme el pelo de mi rostro para fijarse bien pero le di un manotazo y aparté su mano. —Oye a mí no me agredas que la guerra la tienes con él. —rodé los ojos y saqué mi móvil.

Por mucho que Tahiel se pusiese a gritar y a intentar llamar mi atención no lo iba a conseguir; yo me había propuesto ignorarlo hasta que se me ocurriese un gran y malévolo plan para destruirlo y así iba a ser. Todos pensaban que era incapaz de ignorarlo (al igual que él a mí) pero les iba a demostrar que estaban totalmente equivocados y cuando se diesen cuenta de que estaba pasando de ese chico con complejo de Donald Trump tendrían que quedarse callados y admitir que, si me lo proponía, podía vivir sin sus peleas y sin él. 

—¡Claro, si es que está poseída! Os lo he dicho mil veces, de esa cabeza no puede salir nada bueno. De hecho, deberíamos hacerle una limpieza de alma o algo así; hay que llamar a un cura. —enarqué una ceja. Creo que me voy a poner a jugar al Angry Birds. —Y a ti pienso matarte por proporcionarle sustancias químicas para que las use como armas contra mi persona. ¡Si muero por intoxicación os estaré esperando desde el más allá! —nos amenazó a Dan y a mí. El científico suspiró cansado.

—Seguro que lo extorsionó para conseguir esas sustancias. —murmuró Elías; me conocía demasiado bien. —¿Y por qué no te has duchado para quitarte la pintura?

—¡Seis veces! ¡Me he duchado seis veces! —contestó haciendo aspavientos con sus manos. —Pero es permanente. —farfulló molesto. —¡Pero que sepas que me pienso vengar y tendrás que reconocer que soy mejor que tú haciendo bromas!

—No seas insistente que no va a reconocer que eres un héroe, ni el mejor ni va a babear por ti. —comentó mi mejor amigo pasándose la mano por su pelo pelirrojo.

—¡Pero si la salvé de una caída mortal! —alzó ambas manos al cielo y me miró malhumorado. —¿Cuándo piensas agradecerme que te salvé la vida? Deberías estar satisfaciendo mis deseos y obedeciéndome por el resto de tu vida.

Contrólate Anne, contrólate.

¡Llevaba diciendo que era el mejor y echándome en cara que me cogió cuando caí del árbol a cada hora! ¡Incluso me mandaba mensajes cada cinco minutos para decírmelo! Estaba comenzando a plantearme bloquearlo en todo medio de comunicación pero conociéndolo era capaz de llamar a la radio para alardear de ello y exigirme que le diese las gracias. ¡Fue él el que provocó que me cayese del dichoso árbol! ¡¿Quién en su sano juicio empieza a agitar un árbol para que una persona se caiga?!; debería agradecerme él a mí que no lo hubiese denunciado o peor aún, que no le hubiese dicho nada al padre de Caterine.

Nunca en la vida. (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora