Capítulo 33

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Altagracia Sandoval:

Un intenso calor me comienza a sofocar, unos fuertes brazos me sostienen por sobre el vientre y los parpados los siento tan pesados que me cuesta abrirlos. Me remuevo en la cama y siento a la bebé patear con fuerza en mi interior. No la perdí, sigue viva, sigue conmigo. El brazo sobre mi vientre se mueve y yo parpadeo intentando adaptarme a la claridad. Miro el brazo sobre mi vientre y lo acaricio, lo reconozco como el de Saul. Volteo y suspiro.

-¡Saul! -lo llamo en un hilo de voz. Vuelvo a mover su brazo intentando apartarlo, pero él permanece estático en su lugar. -¡Saul! -lo llamo más fuerte. El se remueve, abre los ojos un segundo y los vuelve a cerrar.

-Altagracia... -suspira y por fin libera su brazo de sobre mi vientre. Parpadea varias y me enfoca. -¿Esta todo bien? ¿Te duele algo? ¿Llamo al médico? -lo miro frunciendo el entrecejo y resoplo.

-No me pasa nada, solo me aplastabas y necesito el baño. -tomo asiento sobre la cama y se restrego la cara con las manos.

-De acuerdo, vamos te llevare. -murmuro y se puso de pie. Para luego inclinarse sobre mi.

-¿Qué haces? -me queje molesta. -¡Puedo caminar!

-No, no puedes el médico dijo que necesitas reposo absoluto por tu propio bien y el de la bebé. -comentó levantandome en brazos. Gruñó y me acomodo sobre su pecho.

-Estoy pesada ¿eh? -comente.

-Solo un poco. -prenso una sonrisa y se inclinó sobre mi para besar mi frente. Me llevo hasta el cuarto del baño y me coloco de nuevo en el suelo. -Te esperare afuera. -dijo y yo asentí un tanto aturdida. Se dio la media vuelta y salió cerrando la puerta detrás de él. Me mire en el espejo y me encontre palida y ojerosa, suspire. Sentí a la bebé patear y no pude evitar prensar una sonrisa, levante la mano y la coloque sobre mi vientre.

-Renata -susurre y ella volveo a patear con fuerza. Mi sonrisa se ensancho.

-¡Altagracia, no escucho nada! -comenta Saúl desde afuera y ruedo los ojos.

-Estas insoportable... -me queje y procedí a hacer mis necesidades, lavar mi cara, mis manos y mi boca. Cuando estuve lista y medianamente descente me mire en el espejo y salí. -Aquí estoy... -murmure abriendo la puerta. Saúl volteo a verme y me dedico una media sonrisa, antes de acercarse a mi y volverme a levantar. Si sabes que solo son unos pasos ¿Verdad? -él asintió con un leve sonido nasal. -¿Y entonces? No me va a pasar nada. -él volvió a colocarme sobre la cama y me miro. Cerro los ojos y cuando los volvió a abrir un torbellino de emociones se reflejo en ellos. Estire mi mano y acaricie su mejilla. Suspiro y beso mi muñeca.

-Se que para ti es difícil y lo entiendo Altagracia. Siempre has sido tu, La Doña. Tan independiente, tan libre, pero esta vez tendrás que dejarte ayudar. El médico dijo que necesitas reposo absoluto por lo menos varias semanas y lo vas a cumplir. No me importa si te molestas, si tengo que obligarte, pero lo vas a cumplir. -me amenazo con la mirada firme y el tono de voz tenso. Abrí la boca para expresarme, pero él nego con la cabeza.

-No tienes idea de lo mucho que me asuste ayer. Llegue a pensar que ni tu ni la bebé se salvarían y me sentí morír. Cuando por fin el médico dijo que habían podido evitar que perdieras a la bebé, pero que tenías que guardar reposo. Fue como sentirme bombardeado de una felicidad y un miedo atroz por partes iguales. Miedo porque te conozco y se lo obstinada que puedes ser y lo mucho que odias sentirte prisionera. Miedo porque cualquier cosas que hagamos mal significaría perderla; y felicidad porque aquí esta, esta viva y con nosotros. Que no importa el futuro, sino el presente y ese presente todavía esta aquí. -coloco una mano sobre mi vientre y Renata pateo. No pude evitar prensar una sonrisa, a la vez que una fugaz lágrima ya se deslizaba por mi mejilla. Asentí y coloque mi mano sobre la de él.

Más allá de La DoñaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora