Estaba destrozada, se sentía perdida y a la vez atrapada; todo se le hacía difícil de asimilar. Vivir de manera decente siendo una bruja se le complicaba, cuidar a Félix del clan asesino era difícil y ahora ocultar un bebé era un reto.
Bridgette estaba segura, que haber procreado vida de la inaceptable relación con el herrero era el detonante para que varios miembros de la congregación estén en su contra. La vida de los tres corría peligro.
—¡Maldita sea! — Gritó llena de rabia.
Una vez la anciana siguiera su camino, la panadera corrió lo más lejos que pudo casi saliendo del bosque. No sabía a dónde ir, había acordado con Félix encontrarse en los alrededores, pero en ese momento no era la persona a quien deseaba ver. Tenía unas excesivas ganas de ver a su hermana y contarle la desgracia, pero con ella se encontraba el despreciable Claude acaparándole privacidad.
—¡No puede ser! — vociferó siendo incapaz de retener el dolor y la rabia, necesitaba exteriorizarlo y por ello golpeaba las ramas de los árboles dejando un desorden por donde ella cruzaba, como si un enorme oso hubiese irrumpido en el lugar.
—Estamos muertos— susurró como si en esas palabras se le fuera el aliento.
Permaneció por un largo rato sollozando con las manos cubriéndole los enrojecidos ojos intentando frenar el llanto, pero le era imposible. El cuerpo le temblaba, deseaba desaparecer, en esos momentos le hubiera gustado estar muerta sentía su mundo frágil derrumbarse
Llevaba la vestimenta rasgada por el azote que algunas ramas le devolvían al ser maltratadas. Metió la mano dentro del bolsillo de la falda café y sintió un dolor que la hizo retirar la mano de inmediato, por inercia revisó sus dedos donde el dolor punzante se incrementaba.
Se había cortado dos dedos y de ellos emanaba el líquido escarlata, extrañada se detuvo a pensar en que había dentro de su bolsillo que la había herido. Abrió sus celestes ojos cuando recordó. Bridgette había ocultado el puñal que tiempo atrás le dio a Marinette, con el fin de que algún extraño no lo encontrase mientras la menor se encontraba inconsciente.
«Perfecto»
Nuevamente metió la mano dentro del bolsillo, prudente de no lastimarse otra vez. Aunque realmente ya no importaba cuantas heridas tenga su piel, pues no iba a dar el gusto de entregarle su vida o la del bebé que recién se formaba en su vientre, al clan infernal. Aún sin moverse del lugar maquinaba el plan improvisado, no tenía mucho tiempo o pronto se arrepentiría de lo que estaba a punto de hacer. Llevó el puñal hacia su vientre y el cuerpo entero se le estremeció.
— ¡No! — sollozó una vez más.
Llevó el arma hacia una de sus muñecas, esa opción le prolongaba sufrimiento, pero a su parecer era el mejor método. La blancura albina de su piel se tornó rosa y una línea de líquido rojo intenso se brotó desde su muñeca cuando ejerció presión de la filosa daga.
Al mismo tiempo que el filo se hacía paso con el fin de llegar hasta las venas, no pudo suprimir los recuerdos de esa hermoso y efímero amor que sentía por el herrero. Un hombre distinguido, educado, trabajador y con un aire de apatía con las demás personas, sin embargo, cuando se trataba de ella Félix podía ser el hombre más poético y romántico que nunca volvería a conocer dos veces.
— ¡Aauh! — chilló, no sólo de dolor físico sino interno. El corazón le dolía más que nada.
Las gotas de sangre empezaban a morir en las hojas llenas de barro del suelo, la mano temblorosa el impedía hacer un corte limpio horizontal. Aquello no estaba funcionando. Era débil. Débil para quitarse la vida, no sólo la de ella sino la del fruto de ese amor etéreo. Y posiblemente al morir ella, también le arrebataría la vida a su amado pues este era capaz de morir por la simple pena.
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『••[Embrujo de Pasión]••』🔞 AU ✧MLB✧
FanfictionCorrían los años 1260 en la capital francesa, la Santa inquisición ponía mano dura a la herejía y pronto empezaría a acechar al aquelarre de brujas al cual eran pertenecientes las hermanas Dupain-Cheng. Estaba contra el reloj y debían cumplir el ob...