『••[Embrujo de Pasión]••』🔞 AU ✧MLB✧

『••[XXXVI]••』

Era capaz de sentir la tierra caer sobre ella producto de las pisadas de la cantidad de gente que irrumpió en su hogar para llevarse a sus padres.

Bridgette cubrió su boca para acallar los sollozos además del dolor que empezaba a sentir en la parte baja y caderas pues las contracciones del parto habían empezado.

Un dolor intenso llegó y junto con ella las ganas de vomitar. Ella hizo una arcada, pero logró atajar la náusea. Y a pesar de ello alguien la escuchó.

—¿Qué fue eso? — preguntó Roger mirando en todas las direcciones de la casa —. Vayan y busquen si hay alguien más aquí — ordenó a los soldados del rey quienes ingresaron a escudriñar cada parte de la casa de piedra, barro y madera.

Ocasionaron destrozos por puro placer y uno que otro robo a ciertas pertenecías de valor en la casa, más no encontraron a nadie más, pero si varios artilugios que podían ser usados como evidencia contra ellos.

Tom observó a los soldados tirar al suelo frascos con pociones, los vidrios se esparcían por toda la estancia temiendo porque varios se filtrasen bajo la trampilla en el suelo donde Bridgette se encontraba.

Debía reaccionar antes de que la descubran. Por ello, golpeó al verdugo en el estómago iniciando así un disturbio.

Los soldados sometieron a Tom y en ello Sabine resultó magullada por intentar defender a su esposo.

Finalmente se llevaron a rastras a la pareja, pero siendo resguardos por la turba que quería lincharlos por su cuenta.

Varios minutos después de silencio Bridgette exhausta y temblorosa se mantenía aún resguardada sin saber en qué momento podía salir, ni cómo, pues en su estado la movilización se le dificultaba.

—¡ Bridgette! — de repente escuchó la voz aterrorizada se su esposo — ¡Bridgette!

Pero ella no podía emitir ningún ruido más allá de sus jadeos por el llanto y la falta de aire.

— ¡Bridgette! — Félix clamó reiteradas veces ya en el interior del hogar.

Aunque a partir de entonces aquel lugar ya no era el hogar de nadie.

El herrero aprecio furioso todo el desastre que los soldados dejaron a su paso, incluyendo gotas de sangre en la entrada.

—Aquí — escuchó un quejido sin saber de dónde provenía.

—¿Brid? — preguntó trémulo buscando con la mirada un posible escondite de entre todo el desastre.

—Aquí — volvió a escuchar un llanto —. Bajo la mesa.

Entonces fue capaz de ver que la gran mesa estaba patas arriba y bajó esta unas cuantas tablas del suelo se movían.

—Mi amor — al destapar el escondite sintió alivio de ver a su esposa, aunque en un estado preocupante.

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Bajo el mismo cielo, a unos kilómetros Roger el inquisidor arrancó el tocado de Sabine dejando ese cabello corto libre, arremolinados al son del frío viento parisino, que se mezclaba con el color negro de la noche.

Brotaba un hilo de sangre desde su pequeña nariz y sus ropas estaba sucias, manchadas de tierra y lodo, varias veces había tropezado en el camino y se le había prohibido a Tom ayudarla a caminar.

Por otra parte, Tom Dupain tenía el ojo cerrado por la hinchazón, alguien entre la multitud le había lanzado una piedra y se encontraba aturdido. Sin embargo, no había dejado de luchar por mantener intacta a su esposa de las manos de los verdugos que los había apresado.