『••[Embrujo de Pasión]••』🔞 AU ✧MLB✧

『••XXVIII••』

Jueves 20 de mayo de 1260, dos semanas transcurrieron de la madrugada en donde se llevó acabo el ritual pagano. Los miembros del clan aun trabajaban en deshacerse de toda evidencia que los inculpase y pusiera en peligro a alguno de sus integrantes o al aquelarre completo.

—¡Rápido una cubeta! — exigió Sabine a su hija mayor mientras ella ayudaba a reincorporarse a la menor postrada en cama.

—¡Sí! — exclamó Bridgette con el recipiente de madera en sus manos presurosa hasta la cama donde Marinette sufría y su madre hacia todo lo posible para calmarle el dolor.

—¡BLUAGH! — justo a tiempo Bridgette colocó el recipiente cerca de la boca de su hermana.

Marinette había despertado dos días después de la vulgarmente llamada "noche de las brujas". Ante su inconciencia, sus allegados permanecieron aterrados hasta que al fin abriese los ojos, sin embargo, desde entonces se mantenía delirando. Despertaba del letargo cada uno o dos días, cuando lo hacía podían alimentarla apenas, pues la intensa fiebre parecía no bajarle, siendo así, en los prolongados episodios de sueño profundo había sido declarada muerta unas tres veces; devastando el corazón de sus familiares y el de cierto rubio al cuál se le era prohibido pisar a los alrededores de la cabaña de los Rossi. Y en medio de su aletargado estado, recitaba incoherencias que nadie podía entender excepto dos nombres que recitaba con claridad, uno que añoraba y otro al que temía.

La nueva familia de la joven permitió que quien cuidara de ella de día hasta que el sol se oculte fuese Sabine, siendo esta relevada por su hija mayo y por las noches quedaba a merced de los habitantes del hogar.

— Du-Duele— tartamudeó la maldispuesta agarrándose el estómago sin dejar de devolver el contenido en la cubeta.

— Cariño, estarás bien — lagrimeaba su madre preocupada y temerosa de que nuevamente su hija cayera desmayada. Le acariciaba la espalda delicadamente expectante de que su pequeña dejase de hacer fuerza en cada dolorosa arcada.

Ese momento trajinado era clave, pues esa era la primera vez que Marinette se veía lúcida, y capaz de entablar una pequeña conversación. A pesar de la palidez en su piel y el semblante enfermo, pues los huesos se le notaban gracias al peso que había perdido, anteriormente no había presentado tal mejora.

Exhausta se recostó nuevamente con la ayuda de su madre. Sabine y Bridgette temían que la joven perdiese nuevamente el conocimiento. Pero no era así, después de días del envenenamiento, Marinette había despertado y no por arte de magia. Bridgette cada día visitaba al alquimista quien a ciegas le proveía de un cóctel de plantas hervidas preparadas por él, pues apenas pudo revisarla al amanecer del uno de mayo.

—"La han envenenado" — dijo certero —. "Y tal vez sólo un milagro de su Dios pueda salvarla" — recordó Bridgette cuando espiaba la confesión de las palabras francas de Fu cuando le daba la amarga noticia a los rubios.

Y el milagro había ocurrido, tal vez se debía a los ruegos llenos de fe o la medicina prodigiosa de Fu, pero lo único que importaba es que Marinette había sobrevivido.

—Mi niña—la de ojos rasgados limpiaba el sudor de la frente de su hija pequeña, no podía evitar llorar luego de tan angustioso período — ¡Está viva, Bridgette!... ¡Tu hermana está viva! — repetía agradecida con la vida y compungida por todo lo malo que ella misma había permitido que le sucediera a su niña.

—Bicho raro... nos preocupaste demasiado — reclamó Bridgette aferrada al torso de la chica convaleciente sin parar de derramar lágrimas de felicidad.

Marinette sonrió aliviada, consiente de haber vencido el sufrimiento que azotaba su cuerpo. Enredó los dedos en el cabello azabache de su hermana intentado calmar los sollozos mientras se sentía realmente afortunada. Y mientras sus ojos se acostumbraban a la claridad de la cabaña, le costó elevar sus brazos, pero concentró toda su fuerza en ello, ambas manos quedaron suspendidas en el aire tocando la estela de polvo que dejaba ver la luz del sol que se colaba entre las tablas de madera. — N-No moriré... — susurró dificultosa—. He ven...cido— y en su rostro estaba dibujada una sonrisa ganadora