『••XV••』

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La noche pintaba los cielos de París y el último día de la semana estaba a punto de morir, la mayoría de ciudadanos se resguardaban en sus hogares. En el palacio no todo era perfecto como se aspiraba, la tranquilidad no era muy usual gracias a los caprichos de la princesa y fuera de su habitación se estaba desarrollando una pequeña discusión.

—¿Acaso vas a dormir conmigo? — espetó fastidiada de la insistente compañía de su nuevo sabueso, o para ser más propia de su escudero.

— Lo siento princesa — el joven hizo una reverencia.

— ¿Es que te vas a disculpar cada cinco segundos? — apretó el paso por el largo corredor camino hacia su habitación, la señorita sin paciencia empezaba a subir el tono de voz.

— No es así, discúlpeme princesa.

— ¡Aash! — hizo un mohín cansada del intento de discusión; se detuvo frente a una puerta — ¿Es que acaso eres un pervertido? — la dama giró encarando al soldado.

— Mi lady— respondió con firmeza — su padre el rey ordenó que no debo dejarla sola ni un segundo.

— Mi Padre— hizo una pausa para señalarse así misma con arrogancia — el rey te va a matar sí te ve dentro de la habitación de la princesa.

En el rostro del soldado apareció un tenue sonrojo al caer en cuenta que realmente estaba exagerando al acatar las órdenes al pie de la letra, más su apariencia imperturbable se mantuvo al igual que su erguida posición. Los segundos de silencio cesaron con la disculpa del muchacho:

— Está en lo correcto, una vez más debo disculparme mi princesa.

La rubia suspiró rendida, algo le pasaba a ese soldado, podía gritarle tanto como ella quisiera, Sabrina ya hubiera intentado protestar, pero ese hombre simplemente absorbía sus gritos «De seguro en el ejército lo tratan peor» pensó sin ánimos de seguir gastando sus valiosos alaridos.

— Ya vendrá mi doncella — suspiró rendida — no te preocupes — le consoló antes de cerrar la puerta; se despidió con una sincera sonrisa antes de incursionar en la habitación real.

Sin embargo, el joven soldado no desacataría la orden de tal importante labor asignada, permanecería esa y cada noche fielmente resguardando la puerta de la fémina más importante de la nación incluso más importante que la propia reina — palabras dichas por el mismísimo rey de Francia.

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Bajo el mismo cielo nocturno en la residencia de los herreros del reino se sentía la angustia. Los rubios menores velaban el sueño de su padre ; Gabriel estaba enfermo nuevamente, esa maldita tos que lo aquejaba constantemente estaba de regreso y más fuerte que nunca.

Félix se levantó de la comodidad de su cama de paja para ir hasta el cuarto de su padre que se había despertado por un ataque de tos, se quedó a su lado dándole las infusiones que Fu le había recetado hasta que al fin recuperó el aire de tanto toser.

El rubio ya se dirigía nuevamente hasta el cuarto que compartía con Adrien sin embargo no podía disfrutar del descanso pleno, hace unas semanas que su vida no era la misma y sus días no estaban completos, no sin su adorado lirio.

Decidió ir hasta la pequeña sala y sentarse en uno de los bancos de madera a meditar;  semanas atrás había considerado a Bridgette como la flor más frágil y pura, pero ahora solo en su mente podía vislumbrar a una bella flor venenosa.

『••[Embrujo de Pasión]••』🔞 AU ✧MLB✧Donde viven las historias. Descúbrelo ahora