『••XXV••』

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Advertencia de contenido explícito. Pueden llegar a sentir repulsión(? Se recomienda leer bajo su responsabilidad.
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—¿Mi niña donde te has metido?— una voz rasposa detuvo el andar presuroso de Marinette. Sorprendida abrió los ojos fijándolos a la nada y analizó la voz que bien conocía. Llevó la mirada hacia abajo anhelando encontrarse con el dueño de esa entrañable vos.

— Maestro — soltó esperanzada al atinar con la presencia del anciano que la había adoptado como aprendiz. Procuró encorvarse para estar a la altura del hombre.

— Mi niña — con suma delicadeza el ancho llevó sus manos hasta la pálida mejilla de la joven bruja y la acarició la extensión de su rostro derecho evitando tocar el hematoma en sus labios —.Te he descuidado un poco y ya te han atrapado — espetó entrever la pesadez de su corazón.

—No se preocupe— sonrió tristemente —. Solo era mi destino.

— Siempre y cuando tú lo quieras así, pequeña Marinette — replicó el anciano al dar unos pasos quedando junto a la joven—. Tú puedes formar un nuevo destino.

Ambos empezaron a caminar; Marinette decidió seguir a su acompañante pues no tenía rumbo fijo, ella había logrado escaparse por una hora de la tienda de su nueva familia gracias a Kagami quien había adquirido la costumbre de cubrirla de varias labores y responsabilidades.

— Eso no es posible — dedujo después de pensar por un momento las palabras dichas por el hombre sabio.

—La incapacidad es mental.

— Lo sé — afirmó en un susurro que fue escuchado perfectamente por el anciano a pesar del bullicio de la gente en la ciudad—. Acompáñame, Marinette... Hay alguien a quien debes ver.

La joven suspiró resignada. Sabía de quién se trataba y no podía negarse, Fu no aceptaría un no por respuesta. Era sábado 30 de abril de 1260, nueve días habían pasado del incidente con Adrien y entre las últimas horas de ese día y la madrugada del 1 de mayo se llevaría a cabo la tan afanada Noche de Walpurgis o la Noche de las brujas.

Juntos llegaron hasta la pequeña y oscura casa del anciano, lugar donde funcionaba una pequeña sala donde atendía a más de un enfermo y entre ellos se encontraba Adrien con los ojos cubiertos por una tela.

Previamente, Fu le advirtió a la muchacha que no dijera palabra alguna, pues el herrero pronto se marcharía y así tan solo le cumpliría el deseo de observarlo a la distancia... Sin que él notase la presencia femenina, pues el corazón del hombre guardaba algo de rencor hacia la de cabellos azabaches.

— ¿Maestro? — preguntó el muchacho ignorante de su entorno, pero alerta del característico lento arrastre de los pies del anciano que resonaban por la estancia.

— ¿Como te sientes además del dolor en tu corazón? — preguntó con doble intención.

— Anciano, por favor no estoy de ánimos para bromear — refunfuñó el joven. Lo que realmente ansiaba era despojarse de esa fastidiosa venda que Fu le había colocado como tratamiento a su condición.

— Escucha muchacho... Aun debes reposar. Fuiste intoxicado con cereza del diablo o baya de la bruja... Como la llaman esos clérigos fanáticos — la recuperación puede tardar y los primeros tres días debieron ser los más críticos con los síntomas.

—Fueron horribles, anciano. Sentía la cabeza explotar — se quejó con mal genio —. No puedo creer que Marinette haya sido capaz de hacerme algo así... Yo que tanto la amaba suspiró apesadumbrado.

『••[Embrujo de Pasión]••』🔞 AU ✧MLB✧Donde viven las historias. Descúbrelo ahora