『••[Embrujo de Pasión]••』🔞 AU ✧MLB✧

『••XXXI••』

XXXI

La poca claridad del amanecer iluminaba la blanca piel de la joven que en el riachuelo se bañaba diligente. Los llantos y quejidos rompían la calma de la mañana convirtiendo al paisaje celestial en un cuadro melancólico.

— Ya no puedo aguantar— Sollozó.

La tristeza inundaba su alma y el asco su cuerpo.

—Este momento iba a llegar tarde o temprano, Marinette... Y tú ya estabas faltando demasiado a tus deberes de esposa — rechistó el castaño sin parar las estocadas —. No sabes cómo se burlan de mi porque aún no me das un hijo, Marinette... Hasta mi propia hermana duda de mi hombría — el sonido de su voz cansada y hostil se grababa en la memoria de la azabache que sufría de espaldas al hombre; con el rostro pegado a las sábanas humedecidas por las lágrimas y saliva mientras rogaba en vano por piedad. Sin embargo, Claude no pensaba dejarla escapar ni un día más—. No sé por qué lloras... Si ya no te duele amor mío... Pura no eres, así que deja de llorar mientras te cojo...

Las fricciones de cada intento por limpiar los residuos del tacto de otro hombre provocaban que la piel nívea de la joven se lastime más de lo que ya estaba. Pues en varios lugares de su cuerpo tenía moretones y marcas de succiones de la noche anterior y algunos de noches pasadas que ya eran poco visibles.

Ir a limpiarse al riachuelo apenas los rayos de sol traspasaban las nubes era una acción frecuente hace varios meses atrás. Desde que Claude ya no le perdonó ni un solo desprecio, sobretodo que en la actualidad se enfrentaba a la burla de no haber engendrado descendencia. Sin saber que Marinette consumía un tónico de plantas que le evitaban quedar embarazada. "Una mujer defectuosa" la catalogaba lo señora Rossi lamentándose de la suerte de su hijo con esa mujer tan débil que ni para tener hijos servía.

—Deberías agradecer que he mantenido tu sucio secreto... —depositó un beso fugaz en la frente de la joven que traía la mirada perdida—. Ningún hombre te querría en tu condición, amor mío —la mantenía entre sus brazos recostados en el lecho donde casi cada noche antes de dormir realizaban el acto.

La ira invadía su corazón con cada recuerdo mezclado con dolor e impotencia de vivir una vida de desgracia, con un marido con el cual no quería intimar y menos darle descendientes, una nueva familia que la veía con desprecio y como a un individuo inferior y la ausencia de la única persona con la que podía contar; su hermana quien había desaparecido muchos meses atrás. No solo se sentía sola, realmente estaba sola.

Refregó histérica sus labios como si deseara arrancárselos del rostro, como si lastimando su piel borraría la sensación del tacto brusco de Claude que opacaban el recuerdo de las caricias del herrero.

—¡PREFIERO MORIR A TENER HIJOS CONTIGO! — gritó resonado en eco sus deseos—. ¡TE ODIO! ¡TE ODIOOOOO! — Hiperventilaba mientras arañaba sus brazos en un vano intento de purgar todo lo que Claude hacia a su antojo.

Gritó una vez más con todas sus fuerzas para liberarse un poco de frustración y veneno. Se sentía agotada de vivir. Casualmente levantó la mirada hacia la orilla del riachuelo divisando un caballo que le provocó curiosidad, escaneó un poco más a la derecha encontrándose con la figura erguida de quien menos esperaba, pero su corazón anhelaba.

—No — susurró avergonzada de ser vista cuando perdía el control, no deseaba que nadie la viera en su momento decadente de cada mañana antes de volver a guardar las apariencias; el amanecer era el único testigo de la silenciosa congoja que la acompañaba en su diario vivir, y ahora el herrero había presenciado aquel intimo momento de desahogo.

El par permaneció inmóvil mirándose por varios segundos hasta que la joven bruja desvió la mirada en sinónimo de derrota. Agachó la cabeza y sus cabellos azabaches despeinados y húmedos le cubrieron el rostro, se protegió los pechos con los brazos cuando el pudor le recordó que se encontraba desnuda frente a un hombre.