『••[Embrujo de Pasión]••』🔞 AU ✧MLB✧

『••VI••』

El agua helada colisionó con la piel magullada del pelirrojo que sufría cada segundo en el interior del calabozo. Estaba desnudo, anémico y deshidratado, los huesos asomaban de su delgado cuerpo.

— La bruja no resistió más con el verdugo — uno de los guardias le comentó al tipo que estaba lanzándole sin piedad baldes de agua helada al joven prisionero.

— Echa su cadáver con el resto — ordenó sin remordimiento para seguir con su labor.

El joven pintor empezó a llorar de impotencia, temblando bocabajo en el suelo mugriento. Empuñó con fuerza sus manos gimoteando con rabia, se sentía miserable, todo un inútil al no haber sido capaz de salvar a su hermana de la muerte.

Después que ambos llegaron a cumplir su condena lo único que escuchaba eran los gritos de dolor de su hermana, nunca vio lo que en ella practicaban, solo podía torturarse con el llanto y las súplicas de Aalis por ser liberada. Pero a su vez se sintió aliviado de que al fin su hermana mayor había alcanzado el anhelado descanso.

Gritó con fuerza cuando sintió el último chorro del líquido helado taladrado como agujas las heridas que no eran capaz de cicatrizar en su espalda. Escuchó como la reja de la celda se cerraba y el ruido de las llaves oxidadas hacían su trabajo en encerrarlo.

Sollozó amargamente y levantando su rostro herido, el viejo trapo que cubría la cuenca vacía de su ojo goteaba al igual que sus cabellos disparejos. Se esforzó por arrastrarse hasta una esquina, pero las fuerzas ya lo habían abandonado; antes de dejarse vencer por el agotamiento pidió como último deseo morir al igual que su hermana.

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Tres días después del deleite público con los prisioneros azotados en la plaza, los tres Agreste recibieron la noticia de que la entrevista con el rey André Bourgeois les fue concedida. Gabriel Agreste secundado por sus hijos fueron hasta el palacio intentando probar suerte en convencer al rey de poner en libertad a los hermanos Kurtzberg.

— Su majestad, a esos jóvenes los conocemos desde que quedaron huérfanos, la acusación de sus faltas son meras falacias — Félix intentó ser lo más respetuoso que pudo al abogar por la vida de la chica que por tanto tiempo lo pretendía y por el hermano de esta.

— Félix. No seas atrevido — reprendió Gabriel lleno de vergüenza.

— Gabriel, sabes que te aprecio y si me pides un favor no te lo negaría... Pero temo decirte que en este caso no puedo hacer nada — el fornido rey se encontraba sentado en su trono, junto a este su hermosa hija observaba a los hombres que mostraban sumisión frente a ella.

— My señor, usted es el rey — suplicó Adrien — usted es capaz.

— No muchacho, son ordenes de la santísima iglesia, yo no puedo ayudarles, ellos deben cumplir su sentencia — informó el rey con pesar.

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—Que dicha encontrarlo — la larga y lacia cabellera de Bridgette se movía grácil al intentar mantener el mismo ritmo del joven hombre que caminaba apresurando el paso con dos cubetas de agua, uno en cada mano.

— ¿Se le ofrece algo, Bridgette? — inquirió sin dirigirle la mirarla pues sus ojos estaban muy concertados en el camino.

— Uhmm... Bueno — nerviosa jugaba a enredar entre sus dedos las cintas de su corsé — quería decirle algo.

— Adelante... ¿Es algo importante? — el apuesto joven de facciones orientales y ojos rasgados detuvo su andar para brindarle la atención debida a la insistente señorita.