『••[Embrujo de Pasión]••』🔞 AU ✧MLB✧

『••XXIII••』

— Nathalie, ¿Cuándo tiempo debo esperar para que me comentes que te sucede? ¿Te molesta algo? — pero el Agreste no recibía respuesta por parte de la mujer, ni si quiera un sonido se escapaba de la boca de ella—. ¿Hice algo indebido?— inquirió fallando una vez más en obtener respuesta—. Nathalie Sancoeur no me ignores. Desde que he mejorado de mi tos te has mostrado distante. ¿A caso solo me cuídate por pena?

— ¡Nathalie Goncourt!— corrigió—. Pronto seré Nathalie Goncourt— replicó la mujer con notable dolor en su voz y mirando a su acompañante finamente a los ojos.

— ¿Qué intentas decir?— el mayor contra atacó confundido.

— Me voy a casar Gabriel — la vos de la dama estaba entrecortada. Pareciera que la buena nueva era más bien una calamidad.

— ¿Pe-Pero por qué? ¿Quién es él? — Gabriel estuvo a punto de soltar las riendas del caballo que tiraba de la carroza donde ambos adultos viajaban a altas horas de la noche rumbo a Versailles, hogar de la dama de cabellera azabache.

— Respondiendo a tus preguntas, número uno — enlistó arrogante—. Porque Gabriel, ya tengo cuarenta años, estoy tan vieja. A mi edad ya ni hijos puedo engendrar, al menos mi prometido no le molesta pues no es alguien que de niños esté gustoso y segundo él es un escritor un poco conocido allá en Versailles.

— Pero Nathalie, no esta vieja, mírate sigues hermosa — declaró Gabriel intentando no perder la vista del camino.

— Gabriel, gracias por el cumplido, pero seamos sinceros, la edad para unirse en santo matrimonio empieza desde los catorce años— explicaba intentando reconocerse y mostrar la frialdad que la caracterizaba con tal de no dar a notar la enorme incertidumbre que la invadía.

— ¿Pero desde cuando lo conoces? ¿Crees que es el amor de tu vida?

— Por esperar al amor de mi vida he llegado a los cuarenta años sin si quiera besar a un hombre — el pecho de la mujer subía y bajaba, su respiración estaba acelerada al tener aquella charla y que ese hombre soltara cada palabra como si fuese lo más simple del mundo—. Ya no pienso esperar más a ese caballero que nunca será para mí.

— Nathalie... — susurró rendido el herrero, sabía perfectamente a quien se refería la mujer que se había preocupado por él y sus hijos desde que la vida de su amada Emilie había sido tomada.

Bajo el mismo cielo nocturno en la ciudad de París se encontraba el hijo menor del herrero disfrutando la compañía de su mejor amigo.

— Adrien yo creo que eres demasiado tozudo — replicó Nino después de beber el último sorbo de vino que quedaba en la jarra.

— ¿¡YO!? — exclamó ofendido—. ¿Yo le oculté una tremenda verdad a la mujer que amo? ¿Yo le oculté que estaba comprometido? — Los reclamos del joven rubio iniciaron altos, pero empezó a bajar gradualmente el tono pues no quería que la íntima desgracia resonara como chisme por las calles poniendo en peligro la integridad de los infractores—. ¿Yo la engañé para hacerle el amor y luego abandonarla en una gruta? — Culminó con las lágrimas brotando y la voz rota—. Dejándola sola y con el corazón roto...

— ¡Ay, hermano! — El músico le golpeó la espalda sin medir la fuerza provocando que el contrario se encorve contra la mesa de madera—. Pero ella te ama, se nota de aquí hasta Italia.

El par de hombres se encontraban en estado de etílico, sobretodo el músico quién tuvo la idea de salir a beber y ahogar las penas de su amigo, eligieron una taberna discreta que más parecía por fuera una casa común, pues no era domingo y beber otro día de la semana era inusual. En la estancia los acompañaba más hombres, algunos eran soldados del rey que gustaban darse una escapada a sus deberes para jugar naipes, otros eran agricultores jugando a los dardos mientras que el resto bebía vino y reían. Como entretenimiento extra, un par de mujeres danzan sin pudor desplazándose entre las mesas. A momentos se acercaban a los hombres y los invitaban a beber, les servían un poco de vino en las jarras envolviéndolos en sensualidad y borrachera.