c u a t r o

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— ¿Qué rayos haces ahí abajo?

Yoojung y Jackson le miraN confundidos, al verlo tras la barra de tragos dejando ver algo de su rostro. Jimin se encuentra mirando fijamente a la mesa en donde esta ese chico del chiste aburrido y sus otros dos amigos. Estando totalmente pendiente de cada uno de sus movimientos.

— ¿No deberías volver a trabajar? – Vuelve a hablar Yoojung claramente fastidiada de que la esté ignorando.

El rubio no está prestando atención a nada más que no fuera a su chico de vestimenta oscura. Incluso ahora, lleva una camisa suelta y unos jeans rasgados del mismo color de siempre. Más no lleva su típica gorra ni cubre bocas, dejando a la vista el lindo rostro que tiene y su cabello azabache.

Que aquel chico haya ido justamente donde él trabaja le está haciendo demasiado ilusión, más no sabe porqué se esta ocultando tras la barra. No ha hecho nada malo, ¿no?

Luego de haber chocado repentinamente con él, ha entrado en pánico y ha terminado ahí tras sus amigos, teniendo miedo de ser descubierto. Si hubiera sido un día cualquiera en el almacén, le habría saludado felizmente como si nada. Sin embargo, luego de aquel día en el que le había hablado por fin, no lo había vuelto a ver. Sintiéndose un poco desanimado la última semana, al creer que ya no vería nunca más al pálido chico.
Pero ahora la vida le esta dando la oportunidad de encontrarse nuevamente con él y no quiere perder el chance de ver su rostro un poco más. Aunque fuera a la distancia, por ende, la barra ahora era su nueva mejor aliada.

— Oye, en serio nos estás dando miedo. – Dice esta vez Jackson, dándole un golpe con el pie. Cosa que lo hace levantarse de la posición en la que se encontraba.

— ¿A quién miras tanto? – pregunta la chica, siguiendo la vista de Jimin hasta la mesa junto a las escaleras. – ¿Los conoces?

El rubio niega suavemente con el rostro, sin despegar su vista de su amor platónico. Estaba tan embobado, que no ha notado que ya han pasado unos diez minutos desde que no vuelve a su lugar de trabajo.
Como si repentinamente hubiera recobrado toda la cordura, ve a su jefe subir por las escaleras buscando a alguien con la mirada.

Posándose en él.

Sus dos amigos le miran con clara preocupación, murmurando a la vez un "suerte" que suena a sentencia de muerte. Seguramente su jefe le iba a regañar por dejar abandonadas las mesas del primer piso, así que vez de plantarse frente a él a pedir disculpa, pasa corriendo por su lado y baja las escaleras escuchando simplemente como grita su nombre. En parte logra salir ileso de un posible regaño y evita a toda cosa ver atrás hacia el chico pálido mientras huye. Preguntándose si volvería a verlo nuevamente por el almacén al día siguiente.

+

Para su mala suerte, tuvo que aguantar el regaño de su jefe por algo más de quince minutos al finalizar su turno. Ya son las siete de la mañana y el local ya ha cerrado, terminando su jornada. Como castigo, le han ordenado limpiar todo antes de marchase y que debe dejar el lugar poco menos que brillando de limpio.
Si ya de por sí había sido una noche agotadora, estaba seguro que estaría el doble de cansado en un par de horas por el trabajo extra. Lo más seguro era que por la tarde estaría muriéndose de sueño en el almacén y Namjoon terminaría llamándole la atención también.

Pasada las diez de la mañana se encuentra llegando recién a su pequeña habitación. Desde que ha terminado la universidad, el dinero que gana le alcanza para arrendar sólo una simple habitación en una pensión en donde viven varias personas de todas las edades. Dentro de todos los que vivían ahí, era el más joven. Habían dos matrimonios, un hombre que jamás salía de su cuarto y otra chica que parecía ser de esas que tenían de todo sólo por aprovecharse del novio.

Jimin se consideraba la persona más normal en ese viejo edificio, incluyendo a la anciana que le arrendaba la habitación. Una abuelita sumamente amable, que vez que se cruzaban se quedaba escuchando sus interesantes historias.

Al entrar a su linda habitación -nótese el sarcasmo- lanza su mochila al suelo, dejándose caer al instante a la cama derrotado. Quiere dormir por mil años, si es que es posible y no despertar hasta ser alguien reconocido y con mucho dinero.

Odia tener que estar trabajando tanto para sobrevivir.

Ya hasta ha dejado de buscar lugares que le acepten como bailarín, agonizando ante la sociedad de ser alguien que no tiene una profesión que le dé de comer.
Veces como aquella, en las que se encuentra tan cansado, comienza a pensar en cómo sería su vida si le hubiera hecho caso a su padre.
Quizás ya tendría su propio apartamento o un auto, más seguramente no hubiera sido feliz.
Hubiera estado trabajando todo el día en una oficina diminuta, con gente igual de robótica que su padre y además, tendría que actuar como el chico perfecto. Esas cosas no iban con él. Su personalidad espontánea y alegre, no encajaban con alguien que pudiera trabajar en una empresa viendo todo el día números. Por mucho que hubiera ganado, prefería mil veces haber elegido la danza antes que las profesiones que le había impuesto su padre en el pasado.

Aunque, que daría él por darse unos lujos de vez en cuando.

Volteándose para mirar hacia el techo, busca entre sus bolsillos el número de Namjoon. Abre la aplicación de mensajes y rápidamente teclea a su amigo, recibiendo una respuesta casi al instante.
El moreno entendiendo perfectamente que se encuentra agotado, le da el día libre. No tendría que ir a trabajar y así puede recuperar algo de energía para ir al club por la noche.

Sonriendo feliz de que ese día podrá dormir más de lo que acostumbra en las últimas semanas, comienza a caer en los brazos de morfeo pensando en el lindo rostro de aquel chico tan pálido como la nieve. Quién según él, también le ha estado mirando de reojo cuando se encontraba escondido tras la barra observándolo.

Sin saber que no está del todo equivocado.


Nila

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Nila.

Boy in Black | MYG & PJM. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora