v e i n t i u n o

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En cuanto escucha los pasos alejándose por el pasillo y la puerta ser cerrada con una delicadeza que jamás ha escuchado, quita las asfixiantes mantas de su cuerpo. Está acalorado y no quiere nada más que tomar una ducha. Pero primero quiere hacer algo.

Se levanta con lentitud de la cama, teniendo cuidado de no caer por lo mareado que está. Aunque...¿que más daba un golpe en la cabeza?

Las pesadillas nocturnas no habían desaparecido aún cuando estuvo en compañía de Jimin, odiando que sólo una vez sus terrores oníricos hayan desaparecido por la presencia del dulce chico.
Caminó por los pasillos de su hogar, apoyándose de las paredes y procurando mantenerse consciente. No había comido desde quien sabe cuando y tenía más que claro que su cuerpo estaba pidiendo con urgencia algún tipo de bocadillo.
Sin embargo, aún cuando escuchaba su estómago sonar, no quería meter comida alguna en su boca.

Se estaba matando lenta y tortuosamente.

Dejando que su cuerpo muriera con lentitud y nadie creyera que estaba siendo su culpa. Porque la gente no entendía lo mucho que odiaba dar cada respiro y continuar viviendo aún cuando todas sus esperanzas se habían desvanecido.

¿Porque parecía que todo había avanzado, cuando él simplemente se encontraba en el mismo lugar?

Claro, no todos están muertos por dentro. No todo el mundo sufre en silencio y no todos desean cada día no volver a despertar. Pero él sí lo hacía.
Lo había hecho desde que se había enterado de aquella aterradora noticia, lo había hecho cuando sus familiares de Daegu comenzaron a llamarlo. Lo hizo aún cuando le prometió a Jin no volver a hacerlo llorar. Lo pensó, aún cuando le sonrió verdaderamente a Jimin.

Las inmensas ganas de desaparecer del mundo, nunca se habían ido de su marchito corazón.

Con una sonrisa amarga, ve las fotografías puestas en el pasillo. Tantas momentos felices, dentro de su triste vida. Al menos había tenido el regalo de haber conocido a personas maravillosas...Personas que habían sido capaces de hacerle sentir algo más que el deseo ferviente a la muerte.

No esperaba quedarse tanto tiempo. Pero ya había pasado un año y era momento de decirle adiós a todo. Adiós a la vida por la cual estuvo esperanzado, adiós a sus sueños infantiles, adiós a todas las personas que se preocuparon por él.

Sonriendo como si estuviera feliz, saca de uno de los muebles inferiores de la cocina una botella nueva de vodka. La había estado guardando para alguna ocasión especial y que mejor día que ese día de mierda.
Destapa la botella con una mano, llevándosela al instante a la boca y bebiendo su contenido sin dar un respiro.

Era mucho mejor estar ebrio, que sobrio.

Al menos las cosas parecían un poco más divertidas de esa forma y eso quería, divertirse por última vez. 
Sale de su fría cocina, buscando el dichoso control de su reproductor de música. No lo encuentra, molestándose consigo mismo por ser tan desordenado y no tener únicamente ese día el dichoso aparato a la vista.
Continúa bebiendo, ignorando la molestia que comienza a generarse en su estómago y va a volver a su cuarto para beber sobre su cama, cuando ve aquella puerta a su izquierda.

Había pasado un año desde que había entrado ahí, quizás no era tan malo volver a hacerlo en ese momento.
Desvía su vista del pomo, mirando hacia todos lados como si alguien fuera a descubrirlo y entra.

Boy in Black | MYG & PJM. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora