Capítulo 22- Simón Dice.

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El programa estaba empezando, la gente observaba desde sus televisores el nuevo capítulo, ya que el anterior había sido un fracaso total con el pobre chico que intentó hacer que Gabriel Agreste se sorprendiera.

Este se trataba sobre Nino, aquel tendría que hacer que Ladybug y Chat Noir bailen al ritmo de la música. Se veía un trabajo fácil, pero aburrido. La gente quería más acción. El programa recibía quejas, por lo que en una desesperada decisión, cambió a un giro total. Nino les haría preguntas a los héroes y estos la tenían que responder con la mayor sinceridad.

—La primera pregunta es para... ¡Chat Noit! —exclamó Nino entusiasmado.

Aquel se exaltó, intentando contener los nervios. Se acomodó en su silla mientras esperaba con una impasciencia disimulada.

—Yo, am... ¿T-te gusta el pan? —agregó tímidamente Nino.

—¡Si! —dijo felizmente. Al fin y al cabo, había sido una pregunta fácil.

Nino estaba nervioso. Su pregunta fue estúpida y lo sabía, no podía pensar coherentemente con tanta emoción. Ladybug, por otro lado, estaba disfrutando la escena. Nino se percató inmediatamente de eso, por lo que tenía que hacerle una pregunta difícil, que la incomode.

—Ladybug... —ella volteó a mirarlo, preparada y desafiante—. ¿Qué es lo más te atrae de Chat Noir?

Pensó un poco la respuesta. Aquel la observaba curiosamente.

—Sus ojos, tal vez.

Su respuesta le había gustado a Chat Noir. Ella evitaba cada mirada que este le daba, de algún modo se sentía extraña cada vez que él la miraba. Como si su mirada supiera quien era ella en realidad. Su respuesta había sido a la ligera, pero la meditó y si era lo que más le gustaba. Los ojos pueden esconder muchas cosas, pero también revelan muchas otras. Y ella al verlos, podía ver que era una persona tranquila en realidad. Al pensar en todo eso sonrió.

—Chat, la misma pregunta para ti —combinó el chico.

Escaneó a su compañera de pies a cabeza y viseversa. La pregunta era difícil, le gustaba todo de ella. Se sentía completamente atraído y enamorado. Pensar le dificultaba, así que decidió una respuesta que resumía lo que él le gustaba por ella:

—Todo.

El programa se había puesto interesante. Las personas los chipeaban mirando su televisor. Habían aumentado las visitas en un tiempo récord.

—¿Cómo descubriste que tenías poderes? —prosiguió el chico con curiosidad. Puso sus manos como si hiciera un mantra, mientras esperaba impaciente.

—¿Para quién es la pregunta?

—Pues, para los dos —sonrió.

Se miraron unos segundos pensando en si estaba correcto decirlo y no vieron por que no decirlo. Respondieron con sinceridad la verdad de lo acontecido y continuaron las preguntas. Habían revelado muchas cosas, pero menos la más importante. La que toda la gente quería saber, impacientes.

—Nino, llegó la hora de la última pregunta —agregó el tipo que dirigía el canal—. ¡No la desaproveches!

Estuvo preparado, por fin sabría sus identidades, había esperado ese momento, lo deseaba en verdad. Pero de algún modo sentia que no debía preguntar eso. Y se atrevió:

—¿Quienes son en realidad?

—La curiosidad mató al gato, chico —combinó Chat Noir, nervioso.

—El único gato aquí, eres tú.

—No creo que sea lo correcto —dijo la chica que ya se estaba aburriendo de el juego. Nino la comprendió y se retractó.

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Marinette sintió mucha curiosidad sobre la identidad de Chat Noir. Siguió su camino sigilosamente, saltando casa por casa, como acostumbraba hacerlo con ayuda de su yoyo mágico. Él era rápido, ella no tanto. Pero luego de un buen rato persiguiéndolo, se percató de que había entrado a la mansión Agreste.

Se sorprendió completamente. Miró por fuera, su dormitorio. Esperando que él ya se encuentre ahí. Sus manos temblaban y una ligera alegría y asombro arrancó su tranquilidad por completo. Estaba decidido, Chat Noir era el mismísimo chico de sus sueños que la hacía pensar en cursilerías. 

Se intentó acercar silenciosamente, pero su yoyo la traicionó, haciendo que chocara en la ventana de Adrien formando un gran ruido que asustó al chico. Aquel miró hacia la ventana, en la oscuridad, y vio al cuerpo de Ladybug calléndose, pero él había alcanzado a ayudarla.

—Perdón, nunca quise saber tu identidad, pero aún así te seguí y lo siento mucho —la chica agregó apenada.

Él no se sentía tan asombrado. Pero era injusto que solo ella supiera su identidad. El se moría de ganas por saber quien era la misteriosa chica oculta en un traje rojo con puntos negros.

—Dime quien eres Ladybug —pidió en forma de súplica. Ella no podía decirle, sentía que lo iba a decepcionar, y no quería que eso pasara. Por Dios, que de verdad no quería.

Se acercó a unos centímetros sin pensar en lo que estaba haciendo. Acarició sus labios con los suyos uniendolos en un suave y corto beso. Pensando en que nunca se atrevería a hacerlo siendo Marinette. El no pudo evitar sonreír por lo feliz que estaba.

—Preferirás no saberlo nunca —agachó su mirada—. Por hoy te dejaré con la duda, lo siento.

—Una pista, sólo una pista necesito —agregó entusiasmado.

Ella asintió convencida. Empezó a pensar y se decidió, diciendo:

—La chica que se sienta detrás de t...

Se detuvo pensando en lo tonta que había sido y en como pudo decir eso. Se despidió torpemente y corrió hacia la ventana abierta ignorando lo que decía Adrien detrás de ella. En unos segundos ya se encontraba lejos del alcanze de Adrien. Él la observó desde su ventana, como se alejaba entre la oscuridad de la noche, con una sonrisa enamorada, pensando en su nombre.

Marinette.

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