Capítulo 3: Copigato (parte 1/2).

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—Rápido niña, devuélvele su teléfono —musitó Alya, con su melodiosa voz.

Marinette optó por obedecerle. Trató de poner el celular en la mochila rápidamente, para que ninguno de los estudiantes la viera, o sospecharan algo.

Pero falló.

Su felicidad se fue abajo.

—A-adrien yo... —intentó decirle muchas cosas, pero no sabía como empezar.

Aquel no podía creer lo que su amiga había hecho. Si ella fue la que tuvo su teléfono todo ese tiempo, ¿tendrá sus razones? ¿Se supone que tiene que estar enojado? Por que no lo estaba, en lo absoluto.

Estaba decepcionado.

Nunca tuvo en mente la idea de que Marinette “tomara prestado” sus cosas. Y al mirarla intentar devolver su celular le causó un malestar en él. Se senía mal, era algo nuevo para él.

La mirada acusadora de Nino, provocó que la azabache se sintiera peor. La culpa le cargaba, le dolía que su amigo decidiera no volver a poner su confianza en ella.

—Tranquila amiga, dile la verdad —su amiga Alya la tranquilizó—. Seguro te entenderá.

**

Las palabras de la sabia Alya la conmovieron. Decidió hablarle después de clases, le explicaría todo. Hasta se confesaría... Bueno, no del todo. Pero si lo haría.

Estaba con Nino afuera, desanimado y con el ánimo arrastrándolo. Marinette no quería ni siquiera mirarlo a los ojos, no podía. No le saldría natural si lo hiciera, era algo que no podía controlar.

—¿Qué quieres, Marinette? —exclamó Nino.

—Hablar con Adrien.

Aquel por un momento pensó que su amiga le diría que ella no fue, si no que ella lo encontró. Confiaba plenamente en Marinette, era como un Nino en versión mujer.

El moreno de gorra roja se retiró y la azabache se tensó en ese instante, la sangre hervía y se sentía ruborizada.

—Si, Adrien. Yo tomé prestado el teléfono... Pero, era por que...

—Estoy seguro que es por una buena razón, tranquila.

La interrumpió tranquilamente. La chica le contó que había enviado un mensaje pero que después se arrepentió. Le cosó mucho decirlo, y no pudo confesarse.

Jamás lo haría.

No podía.

Las putas palabras no salían.

—¿Y cuál era ese mensaje? —preguntó el rubio, ruborizándose un poco.

Suspiró profundamente.

No pensó que llegaría este día, en el que podía perderlo todo, todo lo poco que tenía con Adrien. Además quería huir. Quería que en ese preciso momento, un akumatizado esté suelto en Paris y ella retirarse de esa situación, para salvar a su ciudad.

—Adrien tú... Me gustas.

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