Diana...
Había estado rayando su puto casillero todas las malditas semanas sólo por gusto, había estado coqueteando con Eric sólo para provocarla porque sencillamente su presencia en la facultad siempre fue como una patada en mi trasero.
Había azotado mi cabeza en el casillero haciendome ver elefantes rosados y a pesar de haberme cabreado por haberse atrevido a golpearme lo que mas me había hecho enfurecer fue que Eric no fuera capaz de defenderme.
- Dejaste que Emma me golpeara, dejaste que me arrastrara por toda la maldita universidad y no hiciste nada ¿Por qué?
- Ya te dije que no me meto en problemas de mujeres.
- ¡Pudo haberme matado!
- No te confundas Diana, yo no soy tu novio, yo no me preocupo por ti, te dije que no quería ningún tipo de relación que no me pidieras fidelidad ni compromiso y aún así decidiste seguir este jueguito.
- Aún estás enamorado de ella - No es una pregunta y tampoco quiero que suene así, es una afirmación para que se de cuenta de que no soy una idiota.
- Si tu la provocas no esperes que no venga por ti, todos saben como es ella incluso tú, a mí no me metas, no me interesa.
Odiaba su frialdad, sabía porque era así, sabía lo que le habían hecho, en realidad todo el mundo estaba al tanto y hasta cierto punto lo entendía, y también sabía que si le reprochaba algo, precaria sus cosas y se mandaría a cambiar y la única forma de mantenerlo a mi lado, era haciendo caso omiso toda su indiferencia.
- No seas pesadito - me lanzo sobre su pecho - por que no hacemos algo más entretenido - acaricio su pecho firme con mis manos haciendo pequeños círculos tratando de jugar un rato
Llevamos horas en mi cama, llevo horas tratando de que se meta en mis bragas pero nada, ni siquiera me ha tocado un pelo.
Emma y su maldita amiga que siempre lo tienen todo, las había odiado desde que Emma llegó aquí y se había unido a ella.
Meto mi mano bajo su pantalón hasta ponerlo tenso, no esa tensión de querer follarme, es esa tensión de cuando te están haciendo algo que no te agrada, que lo hace incomodar pero no me importa y aún así, beso sus labios buscando alguna respuesta que nunca llega, parece que se ha molestado por mis reproches.
No me importa si no me quiere, no me importa si lo nuestro sólo se basa en sexo, Emma siempre fue mi piedra en el zapato y hoy puedo provocarla a mi gusto porque podía ver su cara cuando se lo encontraba por ahí conmigo, de total desagrado hacia mí y tristeza hacia él porque si hay algo de lo que estoy segura es que así como Eric aún está enamorado de Emma, ella también y ahí es donde entro yo con mi papel protagónico donde me quedo con la mejor parte.
- No tengo ganas.
- No seas difícil, bebé - Lo sigo provocando.
- Dije que no tengo ganas - se sienta en el colchón con brusquedad y se vuelve a poner su camiseta.
Toma las llaves de su deportivo y antes de abrir la puerta se gira en mi dirección.
- Te espero en mi auto, no te demores porque sino te buscas otra forma de volver a la universidad... - me mira haciendo una risa torcida - Y tienes un casillero que limpiar.
Da media vuelta y se va cerrando la puerta tras él.
Maldito, si no fuera porque lo necesito para deshacerme de Emma, lo mandaría de volada y me buscaba otro con la misma facilidad que lo encontré, pero tengo que reconocer que me gusta este jueguito, me gusta este maldito chico y aunque a veces suele ser muy rudo me fascina cuando votamos tensiones no sólo en mi departamento.
Bajo para encontrarme con él y nos vamos en silencio hasta la universidad.
- ¿Puedo poner música? - Le preguntó tratando de mostrar mi lado más amable.
- No.
- Pero estoy aburrida - hago pucherito.
- ¡Que no!
- uuuf - suelto un bufido.
El primer día del campeonato se comenzó a circular el rumor de que Emma había drogado a Eric, que había engañado a Damián y que él no tenía idea sobre la "relación" de los tortolitos.
Estaba completamente segura de que si buscaba a Eric ahora que estaba herido se dejaría llevar por sus impulsos y no se resistiría a mí y tal y como lo había previsto, no me equivoque.
Llevábamos follando desde el día siguiente del campeonato y aunque a veces se ponía como un ogro, como hoy por ejemplo, había días en los que llegaba a buscarme hasta aquí para que lo acompañase a la universidad.
Me había acostumbrado a sus cambios de humor a lo largo de los días y aunque sabía que jamás se enamoraria de mí quería estar con él, me gustaban los chicos rudos como él y saber que Emma me odiaria más por eso, era como la guinda del pastel.
Cuando llego a la universidad me dirijo al grupo de chicas de las que me había llegado el rumor, le habían dicho a Emma de mí y aquellas escrituras.
Eran unas estúpidas.
- ¿Quien fue la pequeña entrometida que le dio mi nombre a la maldita cabaretera barata?
- Fui yo - me dice Abril mirando el suelo.
- Quiero que limpies su puto casillero antes que salga de clase si no quieres quedar fuera del grupito de populares y tengas que sentarte sola en la cafetería - Le levanto la cara sosteniendo su mentón para que pueda verme.
Sonaba algo estúpida mi amenaza pero ellas eran unas chicas sin cerebro y sabía que lo harían si ponía en juego su escasa popularidad en la que yo misma las había metido.
- Lo haré - me agacha la cabeza como una puta sirvienta y siento lástima por ella y su nivel de estupidez.
- Y la próxima vez que andes de soplona no esperes buen trato de mi, ya estás advertida.
Doy media vuelta avanzando por los pasillos hasta llegar a la cancha para ver a todos los chicos jugar.
Siempre hay que recrear la vista con todos los chicos guapos que habían en la universidad y siempre podía divertirme con alguno cada vez que se me da la gana, Eric era el que más me llamaba la atención pero no era el único.
Tenía un prontuario gigante de chicos a cuesta y no me importaba en absoluto mi reputación, era una perra y lo sabía. Lo hacia a propósito para llenar ese vacío que sentía al jamás sentirme amada por nadie y cada vez que veía a alguna pareja feliz yo estaba metida en el medio.
Odio las parejas felices, me provocan repugnancia, las caras de enamorados con las que caminan por los pasillos mientras se sonríen antes de besarse me daban asco.
Odiaba al amor, odiaba a Cupido por jamás lanzar la flecha a la persona correcta, por siempre traer a mi las peores personas y porque siempre lo mejor se lo llevaban las demás.
Siempre tenía mala suerte en el amor y por consecuencia me había vuelto una perra, la más perra de todas, la quita novios, la amante y la que siempre andaban a escondidas, era una buena forma de vengarme de todas.
No había ninguna que no me odiara por haberle robado el novio o por habermelo servido aunque sea, habermelo cogido sabiendo que no era lo correcto, parejas felices eran mi blanco perfecto.
Así lo hice con la amiga de Emma, la chica del bar, ni siquiera sabía su nombre y había hecho su vida un infierno sólo por gusto.
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La oportunidad de Damián #2
Novela JuvenilEmma ha decidido vivir la vida loca junto a Aaron hasta que considera la posibilidad de volver con Damian dandole la oportunidad que tanto tiempo ha estado esperando desde del regreso de Eric. Esta es la oportunidad de Damián para retomar su relació...