46._ Nuevos desafíos.

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Eric...

Ya se había confirmado que me iría al extranjero, el entrenador estaba haciendo todo mi papeleo y preocupándose de que nada faltara a último momento.

Me estaba resignando a que me iría solo y me atrevía a decir que Emma me estaba evitando a propósito porque  era especialista en dejarme fuera de su vida cuando algo le pasaba o cuando más la necesitaba.

Por un momento pensé en no decirle nada e irme sin despedirme, así todo resultaría más sencillo a la hora de partir.

No la había visto en estos días desde la última vez cuando me fui de su casa aceptando que había vuelto a ser esa persona de la que no quería que se convirtiera.

Conduzco en la moto por las calles, que no había vuelto a ver desde que partí para unirme a mi nueva universidad, calles que decidí, serían necesarias tomar, sólo para darle a mi padre las buenas noticias de que me iba y es por esa razón que iba a 140 km/h porque tenía que hablar con él y mi madre, de todo esto e incluso más, exceptuando la parte en la que mi vida se cae a pedazos con la muerte de mis bebés.  

No valía la pena abrirle una herida a mi madre de la que ni siquiera fue partícipe, no valía la pena contarle algo tan triste si ya no volvería a verlos en quizás cuanto tiempo y tampoco valía la pena si papá odiaba a Emma a pesar de que habían pasado ya bastantes años.

Cuando llego a la casa de mis padres todo sigue igual en este maldito palacio en lo alto de la ciudad, jardines del porte de mil hectáreas, piscinas con formas y figuras, todo era poderoso e imponente igual que mi papá.

Abro la puerta y camino por el mismo pasillo por el cual camine todos los años de mi infancia, nada había cambiado a excepción de un adorno en la mesita del recibidor y las flores del macetero de la mesa de centro que mamá cambia cada dos días.

La casa era solitaria, con Edward y Clare como únicos empleados todo era silencio, siempre andaban rondando por los alrededores haciendo pero no haciendo nada, en algo tenían que ocupar su tiempo y hacer valer su alto salario, no los culpaba ¿Qué ibas a hacer en una casa tan grande en la que nunca se caía ni siquiera un vaso? El trabajo de Clare consistía en hacer la limpieza a diario y dar órdenes en la cocina y Edward hacía todo el resto, jardinería arreglos domésticos y un sin fin de cosas que Clare no era capaz de hacer.

- ¿Mamá?¿Hay alguien? - Me paseo por la cocina y el living pero no hay nadie, que deprimente se había vuelto la casa sin mí.

Continuó mi búsqueda hasta llegar al patio trasero donde mamá descansa en uno de los sillones que hay en la terraza, cruzada de piernas mientras bebe una taza de té.

- Hola mamá - la saludo llegando a su lado.

Tenía más arrugas de las que recordaba, su cabello se había tornado de color gris pero aún así lo ataba elegante sobre su cabeza, siempre ha sido una persona fina de altos estándares, lo llevaba en la sangre y aunque pasarán los años eso era lo único que no le cambiaba.

- Hola cariño - se levanta para darme un abrazo - ¿Cómo has estado? No te imaginas lo mucho que te extrañamos.

- Mamá, ¿Qué haces sola aquí afuera? ¿Donde está papá?

- Tenía un caso que atender ¿Qué haces tú aquí?

- Venía a conversar con ambos... es importante, ¿Crees que papá se demore mucho?

- Puedes llamarlo, si le dices que es importante vendrá ¿Qué ocurre cariño?

- Hay muchas cosas que tengo que contarles pero tienen que estar los dos.

La oportunidad de Damián #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora