10. Los amigos del Pejelagarto.

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No, no, ¡Otra vez No! ¡Dios dime! ¿Qué hago para terminar en situaciones como estas?

Díganme ¿Alguna otra chica quisiera estar en mi lugar?

Yo supongo que no. Es decir, me toma desprevenida, estamos en un bosque, con millones de peligros, dos mujeres atadas y durmiendo en el suelo. No me gusta su coquetería barata, es un odioso. No puede ser que casi todos los momentos los transforme en esto.

Volvió a acariciar mi cabello, era tan relajante que lo hiciera, mis piernas se debilitaban por su toque, tan...simplemente... Perfecto. Si esa era la palabra "perfecto". No me iba a dar el lujo de esta situación, ah no.

―Scott ―susurré, este levantó mi mentón con su cálida mano. ― Muévete por favor.

― ¿Estás nerviosa con mi acercamiento? ―pregunta con una sonrisa coqueta. Ya ven a lo que me refiero

Quería decir sí. Sí, es verdad, me pongo nerviosa, jamás me encuentro en estas situaciones y no sé cómo actuar.

―No ―Torpe. Torpe. TORPE. ―Debemos irnos.

― ¿No te gustaría quedarte un rato más?

―No, ya te lo dije.

―Pues yo sí. ―Entonces se alejó un poco.

―Bien, me voy. ―Iba a despertar a Mónica y Jenny, y él tomó mi mano.

―Quiero quedarme aquí, contigo. ―Mejillas controlándose, mejillas intentando controlarse, sangre subiendo a mis mejillas. Intento fallido.

¡Te dije que no era por aquí, imbécil!

¡Tu tenías el maldito GPS!

Voces masculinas se hicieron presente y mis mejillas volvieron a su color natural.

―Conozco esas voces ― murmuró la rata.

― ¡Debíamos llegar hace más de DOS horas! ¡No se preocupe por nosotros, Antonia, llegaremos si nos da la dirección!

¡No pensé que fuera tan difícil!

― ¡Genial, ahora estamos en un maldito bosque, con frío, con hambre ¿Y quién sabe tal vez DEPREDADORES?!

―Quédate aquí ―Me ordenó, yo comencé a desatar a doñas matonas, pero tienen el sueño muy pesado. Luego de unos minutos, ya no escuchaba los gritos de esas personas y tampoco veía la silueta de Scott. Tía Jenny y mi abuela, tampoco cooperaban.

― ¡BOO! ―Lance un grito que dejaría sordo a cualquiera.

― ¡Maricela, cálmate! ― ¿¡Qué me calme?!

―Eres un bruto ―Comencé a darle puñetes en el hombro, hasta que me interrumpieron.

―Hola. ―Dos chicos estaban frente a mi viendo divertidos la escena. ―Soy Mason, Mason Jones, un gusto Maricela. ― me tendió su mano un chico algo rubio y delgado, es bastante lindo, tardé un poco en estrecharla, pues estaba sorprendida y extrañada, además de avergonzada

― Un gusto también, ¿Mason? ―Estreché su mano ― ¿Y tu...? - me dirigí al chico con rasgos asiáticos, que, por cierto, también es muy lindo.

―Shane Han ―Un poquito serio.

― ¿Ustedes son...?

― Amigos del pejelagarto. ―interrumpió Mason. Reí ante el apodo a su amigo. Volteé a verlo, se sobaba su hombro, le dio cara de pocos amigos por el apodo.

― ¿Qué hacen aquí? ―Interrogué con algo de sorpresa.

―Antonia y Chase nos dijeron que podíamos venir. ― respondió Shane con simpleza.

Trabajando Con El Idiota #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora