Capítulo 11 Conocido

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Tengo un amigo. Eso lo cambia todo. Puede que no sea el tipo de amigo más  normal  para  una  chica  de  diecisiete  años,  pero  yo  tampoco  soy una chica normal. Por ahora ser normal no es lo importante.

No sé si alguna vez lograré recordar a Jenna. Al menos, a la Jenna que era antes. Mi padre cree que sí. Mi madre lo desea desesperadamente. Pero, por

otra  parte,  la  idea  de  dejar  atrás  algo  viejo  y  construir  algo  nuevo  que  sea completamente mío me seduce. Quiero seguir teniendo esa sensación.

Sonrío sin necesidad de pensar en que tengo que subir las comisuras de la boca. Sucede por sí solo. El señor Bender es curioso. Yo también lo soy. No estoy perdida. No soy una desconocida. El señor Bender me conoce.

Al bajar la pendiente de la casa del señor Bender, veo nuestra casa. Camino por  el  bosquecillo  de  eucaliptos  hacia  la  orilla  del  estanque,  una  franja  de tierra  cruzada  por  un  entramado  de  raíces  nudosas.  Acabo  de  pisar  la primera piedra que asoma sobre el riachuelo cuando algo atrae mi mirada.

Un  destello  blanco.  El  resplandor  del  agua  me  golpea,  me  enceguece,  me arrastra.

Mi pie resbala y chapotea. Oigo ruidos.

Gritos.

Me siento caer, pero no veo hacia dónde. El mundo da vueltas. Mi boca se abre. Gritos. Mis manos aletean. Me entra agua.

Mi nariz. Mi boca. Oscuridad. Jadeos. Dolor en el pecho.

El agua está por todas partes. —¡Naaa! ¡Enaaa!

Siento  piedras  que  me  arañan  las  rodillas.  Haces  de  luz.  Destellos.  Rayos tenues. Sonidos espesos. Desciendo, desciendo. Una oscuridad húmeda me cubre mientras suben burbujas de aire brillante.

—¡Jennaaa!

Unas manos me rodean la cintura, me sacuden los hombros.

—¡Jenna!

Veo a Lily mirándome a la cara. Me ayuda a levantarme.

—¡Jenna! ¿Qué te pasa? ¿Qué ha ocurrido? ¡Jenna! ¡Jenna!

El  agua  del  arroyo  corre  pausada  y  transparente.  Mi  ropa  está  seca.  En  la rodilla tengo un corte del que sale una gota de sangre acuosa.

—Yo…

—¿Estás bien? —Las pupilas de Lily son dardos. Su voz me perfora.

—Creo que sí.

No sé bien lo que ha pasado. Todo parecía distinto: el estanque era gigante y yo era muy pequeña. Creí que me cubría entera. No podía ver.

Creí que me estaba ahogando.

La adorada Jenna FoxDonde viven las historias. Descúbrelo ahora