Capítulo 29 Allys

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Allys se quita una pierna y la apoya en la mesa. Es ortopédica.

—No  debería  quitármelas  fuera  de  casa,  pero  ésta  todavía  me molesta.

Se  masajea  el  muñón  mientras  Gabriel  y  Ethan  comen  sin  darle mayor  importancia.  Yo  me  quedo  mirando  fijamente  la  pierna  artificial  y  el lugar donde estaba colocada.

— ¿Te molesta? —me pregunta Allys—. Me la puedo poner otra vez...

—No,  solo  estoy  sorprendida.  No  me  había  dado  cuenta.  ¿Qué  te  paso?

¿Tuviste un accidente?

—No,  fue  una  infección  bacteriana.  Me  dio  muy  fuerte:  los  antibióticos normales  no  hacían  efecto,  y  cuando  lograron  conseguir  una  autorización para  tratarme  con  antibióticos  restringidos,  ya  había  perdido  una  pierna.

Esta, de hecho —pasa el dedo por el muñón y hace una mueca—. Supongo que la primera es la más difícil de perder.

— ¿También la otra es artificial?

—Sí, y los brazos. Y algunos órganos internos están dañados; por eso tengo que tomar esta montaña de medicinas.

Se mete un puñado de pastillas en la boca y las traga con un sorbo de agua.

Mis ojos se mueven entre el muñón y sus manos.

—Parecen tan...

— ¿Reales?

Afirmo con la cabeza.

—Mucha gente m e lo dice. Es increíble lo bien que las hacen hoy en día —se remanga  y  distingo  la  línea  apenas  perceptible  en  la  que  lo  artificial  se encuentra  con  la  piel  real—.  Hasta  les  han  añadido  más  lunares  y  pecas originales.

—Si —añade Gabriel con la boca llena—, tiene toda una constelación en el otro brazo.

Ethan no dice nada. Se limita a mirarme mientras come. —En  fin,  como  maquillaje  está  muy  bien,  pero  aún  tengo  algunos  dolores fantasmas  en  esta  pierna —se  queja  Allys —.  Solo  hace  seis  meses  que  me operaron,  así  que  espero  que  desaparezcan.  Los  tratamientos  de biorrespuesta funcionaron en los otros miembros, pero no en este.

Allys deja de frotarse el muñón y coge su sándwich. Observo cómo sus dedos artificiales se doblan delicadamente y se ajustan alrededor del pan igual que  los  reales.  Recuerdo  haber  oído  de  estas  prótesis,  pero  creo  que  esta  es  la primera vez que las veo tan de cerca. La piel parece tan auténtica como la mía.  Allys  se  vuelve  hacia  mí  y  yo  aparto  la  vista;  ya  tengo  un  punto  en contra  por  poner  en  evidencia  a  Ethan,  y  no  quiero  ganarme  otro  por quedarme  mirándola  como  si  fuera  un  bicho  raro.  Me  han  invitado  a  su círculo y en él me quiero quedar.

Me acomodo en la silla tratando de parecer relajada. Estamos en una especie de comedor que hay en una esquina del supermercado, junto a la sección de bebidas.  No  son  más  que  dos  mesas  pequeñas  apretujadas,  cada  una  con cuatro  sillas.  Gabriel  y  Allys  han  cogido  unos  sándwiches  de  la  sección  de refrigerados. Ethan se ha comprado una manzana, un burrito con alubias y queso y una botella de leche. Aunque fue él quien m e invitó a venir, parece reticente a hablarme. Trato de mantener la boca cerrada, pero como no estoy comiendo, no me resulta fácil.

— ¿Dónde está Dane? —pregunto—. Creí que tenía hambre.

—Dane no come con nosotros —contesta Gabriel con una sonrisa forzada.

La adorada Jenna FoxDonde viven las historias. Descúbrelo ahora