Es media noche. La casa está oscura. Silenciosa. Mi madre y Lily están en la cama desde hace una hora.
Veo Jenna Fox / Año Siete. Es la única grabación que he visto más de una vez. De hecho, con esta van cuatro.
Una Jenna de siete años guía a su padre por la casa. Él tiene una venda en los ojos. Debe de ser Lily quien filma. De vez en cuando se ven atisbos de mi madre sonriendo y siguiéndonos, y se oyen las risitas de Jenna y las débiles protestas de mi padre.
— ¿Adónde me llevas, Jenna?
— ¡No preguntes, papá! ¡Es una sorpresa! —protesta ella.
— ¿A la Luna?
— ¡Papá!
— ¿Al bosque?
Observo cómo mi padre se deja llevar de la mano por toda la casa, pasando de habitación en habitación y recorriendo el pasillo. Subiendo y bajando escalones. Exagera sus movimientos, levantando los pies como si subiera a un escenario. Pero confía en mí. Confía en la Jenna de siete años. ¿Qué hice para que eso cambiara?
Llegan a la entrada de la cocina. Sobre la mesa del centro hay una tarta azul un poco torcida, con las velas ya a medio consumir. El glaseado azul se abomba en un lado y cae como la lengua de un glaciar, arrastrando consigo algunas velas.
— ¡Para! —exclama Jenna—. Date la vuelta. ¡No, por aquí! Agáchate. ¿Estás listo?
— ¡Sorpresa! —gritamos mi madre y yo mientras palmoteamos.
Mi padre agita las manos en el aire, boquiabierto. Jenna irradia satisfacción. Su sonrisa desdentada es casi angelical.
— ¡Es preciosa! ¡Es perfecta! ¡Es la mejor tarta que he tenido nunca!
—La hizo ella sola — explica mi madre con orgullo —. Compramos el doble de ingredientes porque quería que fuera bien grande.
Mis padres se miran a los ojos, un vistazo rápido sobre la cabeza saltarina de Jenna. Es un instante privado, solo de ellos. Una mirada de amor, de satisfacción, de tranquilidad, de plenitud. Todo lo que quieren y necesitan está en esa habitación.
— ¡Pues sí que es enorme! ¡Y azul! —exclama mi padre inclinándose ante la tarta. Parece como si la adorara del mismo modo en que adora a Jenna.
Observó cómo atacan la tarta con los tenedores sin molestarse en servirla en platos. Más risas. Más chillidos. Más miradas.
Verlo me hace sentir del modo en que he querido sentirme desde que desperté.
Digna de confianza.
Feliz.
Completa.
Mi padre hunde el dedo en el glaseado de la tarta y deja un pegote azul en la nariz de Jenna. Ella chilla.
Y ahora en el silencio de mi habitación, yo también me río. Me río en voz alta.
Tal vez lo he hecho cada vez que lo he visto.
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La adorada Jenna Fox
Ciencia FicciónAntes era alguien. Alguien que se llamaba Jenna Fox. Con esas palabras da comienzo una historia de ciencia ficción en un futuro cercano. Jenna Fox es una adolescente que acaba de despertar del coma. Un terrible accidente la dejó en ese estado durant...