Capítulo 26 El instituto

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Estoy segura de que todo esto es por culpa de Claire. Todo. ¿Por qué lloriquea  y  agacha  la  cabeza?  ¿Es  que  se  arrepiente  de  algo?  Lloró cuando dejé caer el tazón. Me dieron ganas de pegarle. Ha sido culpa mía. Mía, no tuya. Pero debe de ser de ella también, por la forma en que se lo toma. Es como si todas mis carencias le pertenecieran. Tal vez sea yo quien le  pertenece.  Intentó  explicármelo: «Esto  es  temporal.  Dentro  de  un  tiempo volverás a tener sentido del gusto. De todos modos, no deberías comer cosas normales aún». La hora siguiente la pasé encerrada en el baño, examinando mi lengua. No parece haber nada raro en ella: es rugosa, rosada, carnosa. Lo que  no  funciona  debe  de  estar  en  alguna  parte  de  mi  interior.  Hay  algo desconectado  dentro  de  mí.  No  confío  en  Claire.  Siempre  revoloteando, sonriendo, llorando, controlándome. Demasiado de todo. Tengo que alejarme de ella.

Abro la puerta del coche para bajarme. Claire abre la suya.

—No —le digo—. Tengo diecisiete años. Puedo hacer esto sola.

—Pero, Jenna…

En  el  espacio  de  unas  pocas  semanas  he  aprendido  a  sonreír.  También  a imponerme.

—Claire —le digo para obligarla a quedarse sentada.

Ella cierra la puerta.

— ¿Vas a empezar otra vez? —dice mirándome de frente.

Está  dolida.  Las  cosas  que  me  llenaban  hace  un  momento  retroceden: el instituto, el control, la desconfianza, las dudas, todo queda relegado por el dolor que refleja su cara.

Oigo palabras, palabras de hace tiempo que estaban enmarañadas dentro de mí. Lo siento. Lo siento mucho. Palabras que están encerradas en mi cabeza y que no puedo pronunciar, congeladas detrás de unos labios que no quieren moverse. Justo por eso, tengo aún más ganas de decirlas.

—Está bien, mi amor, no te preocupes. Shhh. Todo va a ir bien.

Claire  contestándome  una  y  otra  vez  cuando  yo  aún  no  he  dicho  nada, mirándome a los ojos y reflejando todo el sufrimiento que ve en ellos.

Salgo  del  coche  y  me  inclino  un  poco  para  observarla  a  través  de  la ventanilla.  Claire  fuerza  una  sonrisa.  Sus  ojos  se  quedan  prendidos  de  los míos.  Lo  siento  mucho.  Baja  la  ventanilla  y  yo  digo  media  docena  de  cosas redundantes  —cosas  que  ya  hemos  discutido—  solo  para  evitar  que  ella hable.  «Sí,  tomaré  los  nutrientes  de  la  tarde.  No  hablaré  del  accidente.  Te esperaré  en  la  puerta  a  las  tres  en  punto.  Llamaré  si  necesito  algo».  Tengo miedo de que cambie de idea en el último minuto, de que me controle de esa forma en que sabe hacerlo y m e fuerce a entrar nuevamente en el coche con solo decir mi nombre. Es como si ambas estuviéramos luchando por tener el control de Jenna Fox.

—Ya  verás  cómo  no  pasa  nada —añado,  y  milagrosamente  ella  se  va  sin más.

Me  giro  y  me  enfrento  al  «Centro  Experimental  de  Estudios Medioambientales».  El  edificio  es  una  antigua  agencia  inmobiliaria.  Aún  se ve  el  antiguo  cartel  en  el  suelo,  apoyado  en  una  pared,  casi  oculto  por  las malas  hierbas.  Tras  las  ventanas  cuelgan  cortinas  polvorientas.  Lo  han pintado  hace  poco  de  amarillo  pálido,  en  un  intento  desganado  de  mejorar su  aspecto.  Parece  una  granja  vieja;  tal  vez  alguna  vez  lo  fuera.  Así  que estudios medioambientales… En Boston iba a un instituto público; me lo dijo Claire, pero incluso antes de que ella m e lo confirmara, yo ya lo sabía. Recuerdo  el  día  en  que  Kara,  Locke  y  yo  nos  escapamos  de  ir  a  clase. Estábamos asustados, pero confiábamos en que no nos echarían de menos entre  los  cientos  de  estudiantes  que  habría  en  el  aula.  No  sé  nada  de  los centros  experimentales,  salvo  que  son  pequeños.  Los  institutos  públicos tienen cientos, incluso miles de alumnos; los experimentales no llegan ni a cien,  y  solo  hay  clase  algunos  días  a  la  semana.  ¿Qué  tipo  de  estudiantes eligen  ir  a  un  instituto  así,  pequeño  y  deteriorado,  pudiendo  asistir  a  uno normal?  Esto  no  se  parece  nada  al  centro  al  que  iba  antes,  pero  como  no recuerdo  demasiadas  cosas  de  aquellos  tiempos,  no  debería  importarme.

¿Por qué me he empeñado en volver a estudiar? Subo las escaleras y entro.

La adorada Jenna FoxDonde viven las historias. Descúbrelo ahora