Encontrar la casa es fácil: izquierda, izquierda, izquierda. Un paseo de diez minutos como mucho. El señor Bender se sorprende de verme, pero me invita a entrar.
— ¿Café?
—No bebo. Quiero decir que no bebo café — respondo.
El señor Bender le añade leche al suyo. Me ofrece zumo, leche, panecillos y bizcochos. A todo le digo que no.
—Sigo una dieta especial —explico.
— ¿Tienes alguna alergia?
—No, solo es una dieta especial.
Asiente como diciendo «Sí, lo sé». ¿Qué es lo que sabe? Dice que en la red se puede encontrar todo lo que quieras saber sobre tus vecinos. ¿Habrá averiguado algo sobre mí?
— ¿Hizo las fotografías de la serpiente? —le pregunto.
—Sí, hice muchas. Ahora estoy tratando de seleccionar las mejores para enviárselas a mi agente.
— ¿Le sacó alguna foto con los pájaros?
—Solo unas pocas, pero esas pocas eran alucinantes. Conseguí unos encuadres excelentes. Tuve suerte.
— ¿Puedo verlos?
— ¿Los encuadres?
—No, los pájaros.
Nuestros pies chapotean en el suelo mojado por la lluvia. El camino del jardín está lleno de charcos. El señor Bender pasa por encima de ellos con largas zancadas, pero yo los piso.
—No sé cuántos pájaros habrá, con todo lo que ha llovido —comenta.
Me basta con uno.
Nos sentamos en el banco alargado. Tiene razón: no hay muchos. Solo dos. Los demás deben de seguir en los refugios que se han buscado para cobijarse de la tormenta. Pero los dos que llegan se posan solo sobre su mano.
Al cabo de veinte minutos, guarda el alpiste y volvemos a la casa. Se sirve otra taza de café y yo ojeo las fotos de La Serpiente del Pino.
—No te preocupes, Jenna.
¿Qué le hace pensar que estoy preocupada? ¿Y por qué es tan importante que un pájaro marrón se pose sobre mi mano? ¿Qué le hace pensar que me importa?
—Algunas cosas tardan en conseguirse —añade.
Demasiadas cosas tardan en conseguirse. Y yo ya he perdido mucho tiempo; un año y medio podría ser una eternidad para mí.
—No me sobra el tiempo —le digo.
Se ríe.
—Seguro que sí. No tienes más que diecisiete años. Tienes mucho tiempo.
Dejo sobre la mesa las fotografías que tengo en la mano.
Nunca le he dicho que tenía diecisiete años.
— ¿De dónde ha sacado ese dato, señor Bender? —le pregunto—. ¿De la red?
¿Soy uno de esos vecinos sobre los que busca información?
Rellena su taza de café.
—Sí —responde, sin ofrecer ninguna justificación.
— ¿No le da vergüenza ser un fisgón?
—No soy un fisgón. Solo necesito saber quiénes son mis vecinos. Tal vez. Puede que yo también lo necesite.
—Bueno, pues entonces le confesaré algo. No es usted el único metomentodo. Yo también he buscado y encontrado algunas cosas sobre usted.
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La adorada Jenna Fox
Fiksi IlmiahAntes era alguien. Alguien que se llamaba Jenna Fox. Con esas palabras da comienzo una historia de ciencia ficción en un futuro cercano. Jenna Fox es una adolescente que acaba de despertar del coma. Un terrible accidente la dejó en ese estado durant...