La casa está vacía. Decido que todos los sábados son días vacíos. No hay martillazos, no hay albañiles, no hay clase, no hay nada. Mi madre salió temprano esta mañana. No me dijo adónde iba, pero me pidió que no me alejara de casa. Yo quise negarme, pero no pude.
Lily lleva toda la mañana en su invernadero. No me invitó a que la acompañara; de todas formas, no hubiera querido. He mirado por la ventana de mi habitación un par de veces para tratar de averiguar lo que hace, pero la mayor parte del vivero está fuera de mi campo de visión. Da igual. No me importa lo que haga.
Me vuelvo a acostar en la cama y miro al techo. El techo de una casa Costwold es bastante aburrido, monótono. Pega conmigo.
Mi madre y Lily no lo saben, pero mi padre tenía razón: mi memoria está volviendo.
Es curioso cómo vuelve. Cada día serpentea dentro de mí un torrente de fragmentos relacionados de manera imprecisa, de trozos sin importancia. Se conectan con un chasquido en mi mente como piezas que encajan. Y de pronto, ya está: una pequeña cadena de recuerdos que cubre una mínima parte de mi vida. Surgen de la nada; y la mayoría no son importantes.
Recuerdo haber ido a comprar calcetines, tocar los calcetines, pagar los calcetines, examinar el recibo de los calcetines. Cada detalle de una tarde dedicada a comprar calcetines que ocurrió hace cinco años. ¿A quién le importan los calcetines?
Y luego hay otros... otros que también surgen de la nada. Anoche, en el pasillo, me mareé con el ímpetu de un recuerdo. Me tuve que apoyar en la pared, a oscuras, y cerrar los ojos. Lo veía todo con una tremenda claridad: yo estaba llorando, llamando a mi m adre. Ella también lloraba, y vi en su cara una lágrima breve antes de marcharse. Grité para que volviera. Intenté alcanzarla, pero mi padre me retuvo. No: me cogió en brazos. Yo casi no sabía andar. Debía de tener año y medio.
Yo llevaba un abrigo rojo, mi padre uno negro. Me besó en la mejilla. Secó mis lágrimas. Me prometió que ella volvería. Yo daba patadas y él me sujetaba con mayor firmeza. Lo recuerdo como si fuera ayer. ¿Cómo es posible?
Si tengo que recordar una vida entera en pequeños pedacitos, ¿me llevará otra vida juntarlos todos? ¿O tal vez algún día todos los recuerdos se conectarán y explotarán dentro de mí?
Miro por la ventana de nuevo. Ni rastro de Lily. La tarima cruje bajo mis pies. Recorro las demás habitaciones de arriba. Aún están vacías. ¿Las llenará Claire alguna vez? ¿Con qué? ¿Solo conmigo? Bajo las escaleras.
Nunca he explorado realmente el piso de abajo. La única vez que he entrado en las habitaciones que hay más allá del recibidor fue cuando me corté la rodilla y mi madre me curó en su cuarto de baño. De repente caigo en la cuenta de que vivo en esta casa como una extraña, limitándome a entrar en mi habitación y en las estancias compartidas como el comedor o la cocina, sin sentirme libre para rondar por el resto de la casa. «No te alejes, Jenna». No pienso hacerlo.
Voy al pasillo de abajo y me acerco a la primera puerta que se abre a la derecha. Creo que es la habitación de Lily. Empujo la puerta y veo que es un despacho. Parece el de Claire, porque está lleno de planos, muestras de tapicería y libros de diseño. No es lo que yo hubiera esperado de Claire.
ESTÁS LEYENDO
La adorada Jenna Fox
Научная фантастикаAntes era alguien. Alguien que se llamaba Jenna Fox. Con esas palabras da comienzo una historia de ciencia ficción en un futuro cercano. Jenna Fox es una adolescente que acaba de despertar del coma. Un terrible accidente la dejó en ese estado durant...