Mi padre me cose la herida con varias grapas. No siento más que unos pellizcos.
—Es más profundo de lo que pensé anoche —comenta—. ¿Cómo te lo hiciste?
—Cuando…
Cuidado Jenna. El ordenador estaba escondido.
—Cuando estaba dando una vuelta. Me tropecé y caí sobre una piedra.
— ¿Te hiciste esto con una piedra?
—Tenía el borde afilado.
—Ah.
No estoy segura de que me crea. Pero tampoco estoy muy segura de que todo lo que me ha contado él sea verdad, así que estamos iguales.
Mi padre desinfecta el corte ya grapado y m e envuelve la mano en una gasa. Estamos sentados junto a la mesa de la cocina. Claire también. Aún lleva puesta la ropa de ayer, ahora arrugada. Su pelo, normalmente perfecto, está despeinado. Parece agotada; sus facciones carecen de expresión, como si no tuviera energía para transmitir ninguna emoción en este momento. Aun así, puedo ver que se está conteniendo para no hablar. Está dejando que mi padre lleve la voz cantante. Él no se calla nada, y puedo ver cómo la cara de Claire se contrae al escuchar algunas de las cosas que mi padre dice.
—Si solo tengo un diez por ciento de mi cerebro original, ¿de qué está hecho el resto de mi cerebro?
—En realidad, tienes el cien por cien de tu cerebro original. Solo que no está alojado en el mismo material de antes: ahora está en el biogel.
—Entonces, explícame que es el biogel.
Hago mis preguntas de manera directa, sin mostrar ninguna emoción. Sin ira. Sin tristeza. Sin expresar aceptación ni perdón, porque no los siento.
El biogel es una red neuronal artificial construida sobre un modelo biológico. Se trata de una sustancia condensada y oxigenada, repleta de neurochips. Estos chips son tan pequeños como las neuronas humanas, y lo maravilloso es que se comunican y transmiten mensajes de la misma manera en que lo hacen las neuronas, mediante neurotransmisores químicos. El cerebro humano medio consta de cien mil millones de neuronas; tú tienes cinco veces esa cantidad, Jenna. Tu cuerpo está lleno de Biogel.
Mi padre me mira como si esperara verme impresionada, tal vez incluso agradecida. ¿Pero y el corazón que he perdido? ¿Y mi hígado? No quiero quinientos mil millones de neurochips: quiero mis tripas.
Al ver que sigo inexpresiva, mi padre continúa describiendo cómo me reparó.
—Cargamos toda la información que obtuvimos de escanear tu cerebro en una esfera central que rodea tu cerebelo. Pero, con el tiempo, la información será compartida por el conjunto de la red.
—Si toda la información está ahí, ¿por qué me cuesta tanto recordar?
No les comento que recuerdo algunas cosas de las que no debería acordarme, como mi bautizo a las dos semanas de vida. Quiero pensar que mi padre lo tiene todo bajo control, pero los detalles como ese m e dicen que tal vez esté tan perdido como yo. Está manipulando mecanismos que desconoce. ¿Qué puerta habrá abierto? ¿Cambiará de opinión y querrá cerrarla?
—Tus lapsus no son distintos de los de alguien que ha tenido un derrame y se está recuperando lentamente —explica—. El cerebro tiene que encontrar nuevos caminos para acceder a la información y organizarla. Eso es lo que estás haciendo ahora: tus neurochips están construyendo caminos.
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La adorada Jenna Fox
Science FictionAntes era alguien. Alguien que se llamaba Jenna Fox. Con esas palabras da comienzo una historia de ciencia ficción en un futuro cercano. Jenna Fox es una adolescente que acaba de despertar del coma. Un terrible accidente la dejó en ese estado durant...