Sentada frente a la encimera, mi madre bebe zumo de naranja mientras examina la lista de tareas que tiene para hoy. Lily ralla queso sobre un recipiente con huevos. Yo bebo mis nutrientes, que no saben a nada. Me trago rápidamente el último sorbo y pregunto:
— ¿Soy aficionada a la historia?
— ¿Aficionada a qué? —dice mi madre sin levantar apenas la mirada.
Decido reformular la pregunta del señor Bender:
— ¿Me gustaba la historia? ¿Era mi asignatura favorita?
Mi madre levanta la mirada, sonríe y vuelve a inclinarse sobre su lista para hacer algunos cambios.
—Más bien no —responde—. Me temo que para aprobar historia y matemáticas necesitabas clases particulares.
Vuelve a concentrarse en su agenda. ¿Clases particulares? Debía de ir a una academia excelente.
Retiro mi vaso vacío y anuncio:
—Hoy voy a ir al instituto.
Mi madre deja caer el bolígrafo y se queda mirándome. Lily deja de batir los huevos.
—Supongo que no m e pude graduar durante el año que estuve en coma, así que aún tendré que terminar el curso, ¿no?
Mi madre no habla. Tiene la boca abierta y sacude la cabeza levemente como si mis palabras rebotaran en su interior. De alguna forma, me parece divertido.
—Hay dos centros privados a poca distancia, lo he visto en la red, y el instituto público tampoco está lejos si voy en coche.
— ¡Tú no puedes conducir! —grita mi madre como si las palabras le salieran disparadas de la boca. Respira hondo y parece tranquilizarse—. Jenna, de ninguna manera puedes ir a clase. Aún te estás recuperando...
—Estoy bien.
Mi madre se incorpora.
—He dicho que no puedes ir a clase y punto.
Vacilo, pero después también me incorporo.
—Y yo digo que sí puedo.
Mi madre está petrificada. Las dos nos quedamos en silencio. Finalmente, ella aparta la mirada. Se vuelve a sentar. Agarra su bolígrafo. Ahora parece tranquila y segura de sí; vuelve a ser la madre que siempre sabe antes que yo adónde nos dirigimos.
—Vete a tu cuarto, Jenna. Tienes que descansar. Ve ahora.
Estoy furiosa. Indignada. Exasperada. Todas esas palabras que salen finalmente a borbotones, justo cuando las necesito. Pero mi voluntad está decayendo. Mi madre dice que m e vaya a mi cuarto:
«Vete a tu cuarto, Jenna. Vete a tu cuarto».
Me voy. Mi rabia se está duplicando, multiplicando, apoderándose de mi vista como si fuera una nube negra. Apenas puedo ver mientras subo la escalera de camino hacia mi cuarto. Vete a tu cuarto, Jenna. Y yo voy. Voy. En el último escalón siento que algo se me rompe por dentro y me quedo parada, balanceándome adelante y atrás. ¿En qué clase de mundo he despertado? ¿En qué pesadilla estoy? ¿Por qué estoy obligada a hacer lo que mi madre quiere, cuando necesito desesperadamente hacer otra cosa? Me tambaleo en la oscuridad profunda de las escaleras sintiendo que estoy otra vez en ese vacío donde nadie oye mi voz. Si Jenna Fox era una cobarde sin voluntad propia, definitivamente no quiero ser ella. Me abrazo a mí misma intentando huir del mundo. Oigo una voz cortante: es mi madre. Está enfadada.
¿Conmigo? Pero si he hecho lo que me pidió. Me apoyo cerca de la barandilla para escuchar. Lily también está enfadada. — ¿Cuándo vas a admitir que cometiste un error? — ¡Basta! ¡Tú más que nadie deberías entenderme! Si no fuera por el tratamiento in vitro, yo no estaría aquí. Siempre me dijiste que yo era tu milagro. ¿Por qué no puedo tener yo un milagro también? ¿Por qué eres tú quien tiene que decidir cuándo terminan los milagros?
—No es natural.
— ¡Tampoco yo lo fui! Necesitaste ayuda. Yo solo quería...
Escucho un sonido extraño. ¿Un sollozo?
—Claire…
—Por favor —dice mi madre. Ahora habla bajito, casi en un susurro.
—Claire, no la puedes mantener escondida del mundo. Quiere vivir. ¿No era justamente de eso de lo que se trataba?
—No es tan fácil. Puede ser peligroso.
—Cruzar la calle puede ser peligroso y millones de personas lo hacen cada día.
—No lo digo por ella, lo digo también por los otros.
—Ah, los otros —repone Lily en tono de burla.
Mi madre no responde. La conversación parece haber terminado. Suena un tintineo de platos y el ruido de una silla al ser arrastrada por el suelo de linóleo. El silencio envuelve la casa como un lazo cada vez más apretado, hasta que por fin oigo el chirriar de otra silla y un suspiro con el que Lily parece retomar su personalidad habitual.
—Sabes que a mí no me importa cómo lo hagáis. Yo dejé de opinar hace año y medio. Si por mí fuera podrías mandarla de vuelta a Boston, pero veo que tú ya has tomado una decisión. Para bien o para mal, ya está hecho, y ahora tienes que seguir adelante. ¿Eres su guardiana, o su madre? Oigo un sonido ahogado.
—No lo sé —responde mi madre en voz casi inaudible.
Después, silencio. No hay ruido de platos. Ni de sillas. Ni de voces. Se acaba la discusión. Mi m adre ha terminado. También Lily, la última persona que yo hubiera esperado que argumentara a mi favor. Al menos, eso es lo que creo que ha hecho. Por otra parte, no le importaría que yo me marchara a Boston, a cuatro mil kilómetros de aquí. Puede que lo prefiriera a vivir conmigo. No lo entiendo. Solo sé que no voy ir al instituto; Claire lo ha dicho bien claro.
Claire.
Ahora me acuerdo. No la llamaba mamá, la llamaba Claire. Estoy segura. Termino de subir las escaleras y entro en mi habitación. Claire m e ha dicho que lo haga. Creo que la odio.
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La adorada Jenna Fox
Ficção CientíficaAntes era alguien. Alguien que se llamaba Jenna Fox. Con esas palabras da comienzo una historia de ciencia ficción en un futuro cercano. Jenna Fox es una adolescente que acaba de despertar del coma. Un terrible accidente la dejó en ese estado durant...