Capítulo 40 Jenna Fox / Año dieciséis

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Pongo el último disco grabado de Jenna en el netbook.

¿Qué  me  queda  por  conocer?  Tengo  más  lagunas  que  sustancia, pero  he  logrado  reconstruir  a  una  chica  gracias  a  algunos recuerdos  dispersos  y  a  las  grabaciones  de  unos  padres obsesionados  con  su  hija.  Una  chica  subida  en  un  pedestal.

Adorada. Sofocada bajo el peso de las expectativas. Esa chica, yo, daba de sí tanto como tres hijas. Todo lo que hacía —bailar, estudiar, jugar, ensayar— lo hacía afanosamente, con todas sus fuerzas.

Hacia  lo  imposible  para  ser  lo  que  soñaban  que  fuera.  Pero  de  todas  esas escenas —los  cumpleaños,  las  clases,  los  entrenamientos,  las  actividades cotidianas que no tendrían por qué haberse grabado—, lo que más recuerdo son los ojos de Jenna: parpadeantes, vacilantes, afanosos. Eso es lo que más me  llama  la  atención  en  las  grabaciones:  su  desesperación  por  no  caer  del pedestal. Puedo percibirla en sus ojos con tanta nitidez como veo su color. Y ahora, aunque solo han pasado unas semanas, distingo cosas en los rostros que  no  veía  antes.  Veo  a  Jenna  sonriendo,  riendo,  charlando.  Y  la  veo cayendo. Cuando eres perfecta. ¿Hay alguna otra meta que alcanzar? Siento pena  por  ella,  como  si  fuera  otra  persona.  Y  lo  es.  Ya  no  soy  la  perfecta Jenna Fox.

Como  todos  los  discos  anteriores,  este  comienza  con  mi  cumpleaños,  una fiesta que debió de  salir carísima en algún lugar de Escocia. Mi madre, mi padre  y  yo  llevamos  falsas  escocesas,  y  un  grupo  de  gaiteros  tocan Cumpleaños  feliz.  El  disco  continúa  con  una  excursión  del  instituto  en  un barco velero. Busco a Kara y Locke. Algunas caras m e suenan: pertenecen a compañeros de clase que recuerdo, pero no son mis amigos, no son las caras con las que sueño. ¿Dónde están? El pelo de Jenna se revuelve con el viento y algunos mechones se le pegan a la cara, Jenna mira a la cámara y por un momento  se  pone  rígida,  con  la  cabeza  inclinada  hacia  un  lado,  como  si rogara en silencio que le dejan algo de libertad. En vez de hacerlo, la cámara se  acerca  a  ella  en  un  zoom.  Casi  puedo  ver  cómo  se  derrumba,  como  se rinde. Y de repente se echa a correr, zigzagueando entre sus compañeros. Se aleja y la cámara se apaga.

Empieza otra escena. Jenna con una malla de ballet y medias rosas, el pelo recogió en un moño brillante.

— ¡Una pirueta, Jenna! —pide su padre.

Claire entra en la habitación.

— ¿Lo tienes todo? ¿Las zapatillas? ¿El tutú?

—Sí —dice Jenna.

— ¿Y el maquillaje? — pregunta Claire —. ¿No crees que se te ha ido un poco la mano?

Los  ojos  de  Jenna  están  maquillados  con  sombra  y  lápiz  negros.  Los manchurrones oscuros no pegan con sus medias de color rosa pastel.

— ¿Qué más da?

—Puede que no le guste a tu profesora de ballet.

—No importa si le gusta o no. Ya te dije que esta es mi última función.

Claire sonríe.

—Por supuesto que no será la última. Sabes que te encanta bailar, Jenna.

Jenna  posa  las  manos  en  los  hombros  de  Claire  y  baja  la  mirada  para encontrar sus ojos.

—Mírame, mamá. Mido un metro setenta y siete y sigo creciendo. No valgo para ser prima ballerina.

—Pero hay compañías de ballet que…

Jenna levanta los brazos con exasperación.

— ¿Por  qué  no  te  dedicas  tú  al  ballet?  Mides  un  metro  setenta,  ¡la  altura perfecta! ¡Anímate, Claire, tú puedes!

La cara de mi madre se transforma. Dolor. Casi no puedo mirarla. ¿Fue esa la primera vez que la llamé Claire?

— ¡Eh, chicas! —exclama mi padre, y la cámara se apaga. 

Eso es todo: la última grabación de Jenna Fox antes del coma. Una pequeña discusión en la que apenas levantamos la voz. ¿Por qué m e dijo Lily que este era  el  disco  más  importante?  ¿A  qué  se  refería?  En  este  disco  no  ocurre nada. Es más de lo mismo. ¿Por qué pensé que sería algo revelador? 

Tal vez Lily tratara de ahorrarme horas de aburrimiento; tal vez m e estuviera sugiriendo  que  tomara  un  atajo.  A  lo  mejor  quería  que  comprobara  lo gilipollas que era la antigua Jenna para hacerme reaccionar, evolucionar. Tal vez sea esa la sensación que tengo, la cosa que tengo que hacer y no sé qué es.

Evolucionar.

Le hice daño a Claire. Lo sé. Recuerdo haber tratado de decirle lo mucho que lo  sentía,  cuando  todo  mi  mundo  estaba  congelado  y  la  palabra  no  podía traspasar mis labios. ¿Perdón por qué? ¿Por el accidente? ¿Por la dureza con la que la trataba? ¿Por llamarla Claire  cuando ella lo único que quería era que la llamase mamá? Tal vez por eso Lily no m e puede ni ver: por todo lo que le he hecho a Claire.

Evolucionar.

Eso es lo que debería estar haciendo.

La adorada Jenna FoxDonde viven las historias. Descúbrelo ahora