[HISTORIA GANADORA CATEGORÍA FANFIC EN LOS CRAZY WRITER AWARDS 2018]
"Desde el día que te conocí rompiste las reglas, Hinata. Aquellas que regían mi vida. Rompiste mi mundo y lo volviste armar al son de tu corazón"
Uzumaki Naruto es un joven y excén...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Dos semanas.
Dos duras semanas
Empezando por mis mañanas en la oficina de Naruto hasta mis días en la universidad todo un asco.
El tercer día en Nueva York descubrí que había ganado una beca para servir café y no para ser una mejor litigante.
—Tu escritorio está allá —dijo mi jefe sin mirar, como siempre, señalando con su dedo índice un pequeño escritorio que se encontraba a un costado del suyo—, ordenarás las demandas por fecha y servirás café en los ratos libres.
—¿Café? —repetí, arrugando la nariz.
—Caribeño para mí y con este tanto de ron —haciendo un gesto con su dedo índice y su pulgar, tratando de darme una referencia de la cantidad de licor que quería en su café serían no se... ¿2 centímetros entre cada dedo? ¿cómo voy adivinar eso? —. Mocaccino para Gaara; Cortado doble para Shikamaru y Amaretto para Sasuke —Se detuvo. Me miró por un momento con la misma detención con que alguien mira un animal en el zoológico. Luego de unos segundos, continuó—: Y para Konohamaru... Sólo café con leche porque aún es un bebé.
Ni si quiera se quien es quien, pensé.
—¿Me va a evaluar por servirle cafés a ustedes? —reproché con mis manos en la cadera.
—No, te evaluaré por obedecerme —Sonrió — ¡Ah! Y a los clientes les sirves café de grano. En la maquina que está allá al fondo —Apuntó con su bolígrafo un pequeño artefacto que se encontraba en la esquina del salón principal.
Luego de eso se formó un silencio incómodo.
Arqueé una ceja con aire desafiante. Me crucé de brazos y esperé que dijera que es una broma.
Pero cuando él tomó la misma actitud con una mirada mucho más seria y altiva, mi coraje se fue volando por los aires.
—Está bien, jefe —enfaticé con una risa sardónica.
Giré sobre mis talones y me fui a sentar a mi enorme silla de abogada con mi enorme escritorio y mi gran labor. Comencé a separar los papeles y ordenar por fecha los casos que tendríamos, o mejor dicho, que ellos tendrían que llevar a cabo y que yo solo me limitaría a mirar como parte del público de la audiencia.
Al rato, llegó un hombre alto de no más de treinta años, con cabello negro y muy engominado tomado por una coleta, de terno negro y el cuello de su camisa mal abotonado. Entró bostezando y rascándose la nuca. Por lo que pude escuchar, él era Shikamaru Nara, y cada tres palabras repetía que todo era un problema.