Pinceladas de color
*CAPITULO NO CORREGIDO.
DISCULPEN LOS ERRORES EN LA REDACCIÓN
Decidí que lo mejor era llevarla a la residencia de estudiantes. Una vez allí, busqué entre sus cosas las llaves y abrí suavemente la puerta, tratando de hacer el menor ruido posible. Aunque suene sorprendente, esa madrugada de viernes no había tanto alboroto, sólo un pequeño grupo de estudiantes reunidos en el salón principal con un par de vasos plásticos en la mano y unas botellas de cerveza de esas baratas que saben a mierda. Pensé que tendría que dar explicaciones pero, a pesar que sintieron mi presencia y algunos miraron con disimulo por el rabillo del ojo mi tímida entrada, no dijeron nada y siguieron en lo suyo. Supongo que estaba vestido demasiado formal para ser un ladrón. Volví al auto y abrí la puerta del copiloto. Hinata seguía ahí, dormida en posición fetal, con los pies sobre el asiento y sus manos de almohada bajo su mejilla. Aflojé el cinturón y, antes de cargarla, la cubrí con mi paletó para que no estuviese tan expuesta a algún cambio de temperatura. No sabía porqué, quizás simplemente porque no quería que se enfermara o, en verdad, porque no quería que faltase a la oficina y pasar días sin verla. La cargué entre mis brazos de la forma más sutil que podía para que no despertarse y volviera a gritar alguna cosa relacionada con las pizzas o el patriarcado. Coloqué un brazo alrededor de su espalda y el otro bajo la flexión de sus rodillas y, con un leve impulso, acerqué su cintura a mi cuerpo. Como si fuese un acto reflejo, acomodó su cabeza entre mi cuello y sus brazos quedaron sobre su regazo. Cerré la puerta del auto con la cadera y me concentré en subirla hasta su habitación.
Por primera vez, deseaba que esas dos escaleras de madera pútrida hubiesen sido más grandes, más imponentes, más altas, eternas. Disfrutaba tenerla tan cerca de mí, sintiendo su respiración en mi pecho, conteniendo su pequeño cuerpo entre mis brazos y el aroma de su cabello que me recuerda a los valles vestidos de flores blancas y lirios que solía recorrer en mi infancia. Y ahí llegó aquel pensamiento, como una epifanía: Ella era eso en mi vida, un mundo de colores y alegrías que se había presentado a mí para colorear mi universo tan gris. Como el primer rayo de sol que se percibe en el alba. Como las estrellas que decoran la penumbra del firmamento. Sí. En esos centenarios peldaños rechinadores ella se hacía cada vez más real en mi corazón. Hinata es una persona tan soñadora que ni la misma realidad logra atormentarla. Por eso mis reglas ni mis barreras habían podido hacerla aterrizar. Y ahora yo soy víctima de mis propias normas. Ahora soy yo, quien quiere romper su propio ser y revelar cada debilidad para que ella pueda seguir con sus pinceladas de color.
Cuando llegué al último escalón y logré visualizar a lo lejos la puerta de su habitación me pregunté si esto no sería el principio de una catástrofe o de una mala jugada. Aquí no hay ley, no hay códigos, no hay normas que te enseñen como amar o como llevar a cabo este juicio llamado romanticismo. Es como si la vida me estuviese diciendo: Tómalo o déjalo. Y yo sin duda, quería tomarlo.
— Buenas noches — Escuché a alguien atrás, con un tono impositivo y desagradable. Me limité a ignorarlo. Con una mano traté de encajar la llave en la cerradura pero se me hacia un tanto difícil teniendo a Hinata cargada.
Una vez que la abrí, empuje con la cadera y entré de forma que su cabeza no golpeara contra la pared y amanezca más adolorida de lo que, suponía, estaría al otro día con la resaca.
Escuché como empujó la puerta con un solo movimiento, haciendo que rebotara contra la pared y terminando con un estruendo que pudo haber sacado a mi pasante de su quinto sueño.

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[FANFIC - NARUHINA] REGLAS
Fiksi Penggemar[HISTORIA GANADORA CATEGORÍA FANFIC EN LOS CRAZY WRITER AWARDS 2018] "Desde el día que te conocí rompiste las reglas, Hinata. Aquellas que regían mi vida. Rompiste mi mundo y lo volviste armar al son de tu corazón" Uzumaki Naruto es un joven y excén...