Dos horas y treinta y cuatro minutos
*CAPITULO NO CORREGIDO.
DISCULPEN LOS ERRORES EN LA REDACCIÓN
—Bien. Ya llegamos.
—¿Dónde estamos?—pregunté en cuanto me quitó la venda de los ojos. Miré a mi al rededor, pero era un espacio reducido. Había una puerta metálica enorme como si fuese la caja fuerte de un banco y una escalera para bajar, pero no habían otras para seguir subiendo. No hay nada más.
—En tu edificio.
—No conozco este lugar.
—Porque nunca habías venido-ttebayo.
—¿Quien quiere venir a un cubículo de tres por tres? Además está oscuro y feo. De verdad, ¿Dónde estamos?
—Cierra los ojos, los abrirás cuando te lo diga.
Suspiré. No quedaba más que obedecer.
Algo rechinó. Algo se abrió después de muchos ruidos que delataban el esfuerzo de esa cerradura por mantenerse en su lugar.
Sentí la brisa nocturna que traspasaba toda mi piel, salvo mi espalda. Mi espalda estaba cubierta por su enorme mano que me empujaba suavemente hacia delante. Es sólo su piel tratando de atravesar mi vestido rojo, pero con solo sentir su calor traspasar mi alma basta para desear que no me suelte nunca más.
Mis pies avanzaban conforme a los suyos. Hacía frío, pero no lo suficiente para arruinar el momento. Cuando estoy con él, hasta las tormentas se vuelven como las caricias de flores de primavera. Nada importa. Nada se arruina. Todo es sencillo. Todo es mágico.
Magia.
Magia es lo que él hace en mi vida.
—Ábrelos.—susurró a mi oído.
La azotea del edificio, tan vieja y tan despreocupada se había transformado en el firmamento mismo. Los hilos que alguien había ocupado para tender ropa ahora estaban cubiertos por hileras de bombillas que iluminaban todo el lugar. Un lugar sólo para nosotros.
El cielo nocturno y cubierto de nubes ennegrecidas por el invierno cargado en sus lomos, observaba envidioso desde lo alto éste cielo que ha sido creado sólo para mi y para él.
Pequeñas bombillas como estrellas. Y, debajo de ellas, una pequeña mesa con una botella de vino, dos copas y una cena.
Una azotea grisácea y triste ahora era el único lugar en el que deseaba pasar la eternidad.
Naruto es sinónimo de eternidad.
—Siento que... no puedo respirar—dije sin poder pensar. —Pe-pero no es el oxígeno—Aclaré al ver su expresión de susto—Es que... yo... no sé que decir.
Su mano buscó la mía y la encontró. Nuestros dedos se acariciaron y luego se enlazaron. Entonces, como si fuese la protagonista de una película, mi mirada se cruzó con la suya y me percaté en el brillo de sus ojos que tanto deseé contemplar cuando estuvimos separados.
Sus labios se abrieron y modularon un Te amo sin emitir ruido alguno, no quedó más que lanzarme a sus brazos donde él me recibió con fuerza, con felicidad... con amor.
Llega un punto en que la palabra Amor queda pequeña, es entonces cuando sabes que algo ha superado los límites de lo humano, que ya no se trata de racionalizar algo o de buscar las palabras adecuadas... Se trata de expresarlo, de vivirlo, de sentirlo. No hay nada que pueda describir lo que él y yo somos. Sí, somos personas. Personas enamoradas. Personas vivas. Personas que disfrutan, pero somos más que eso, somos uno. Somos un pequeño pedazo de eternidad que rompe los parámetros de lo común y lo normal. Somos un pequeño destello que se abre paso en medio de todo lo que nadie se ha atrevido a vivir. Somos dos personas viviendo contra el tiempo, contra la muerte, contra la vida. Somos dos enamorados que sólo les importa una cosa: Ellos. Ya no es Naruto y Hinata. Ahora, somos nosotros.
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[FANFIC - NARUHINA] REGLAS
Fanfiction[HISTORIA GANADORA CATEGORÍA FANFIC EN LOS CRAZY WRITER AWARDS 2018] "Desde el día que te conocí rompiste las reglas, Hinata. Aquellas que regían mi vida. Rompiste mi mundo y lo volviste armar al son de tu corazón" Uzumaki Naruto es un joven y excén...