1. Lluvia torrencial

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Llovía como no había visto antes desde que estaba en aquella hermosa ciudad

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Llovía como no había visto antes desde que estaba en aquella hermosa ciudad. Aquel cielo de noviembre parecía estar en harmonía con mi estado de ánimo, pues después de haber ido a la visita del médico especialista, me habían dado la peor noticia que podía esperar; y es que no podría tocar el piano en varios meses o la lesión de mi mano empeoraría, pudiendo provocar incluso una dolencia permanente en la misma. Según me había comentado el doctor Moulian, experto en neurología y en dificultades motoras, sufría de un principio de distonía focal en la mano izquierda, en mis dedos corazón, anular y meñique, una condición que provocaba que mi mano se contrajera e hiciese movimientos involuntarios cuando tocaba por varios minutos seguidos el piano, provocándome dolor y haciendo que últimamente me fuese casi imposible incluso ensayar las piezas que debía tocar para graduarme en el Conservatoire National Supérier de Musique de París. Debía hablar cuanto antes con mi profesora de piano, Giselle, para intentar buscar una solución, aunque mucho me temía que aunque sabía que iba a preocuparse por mí y a intentar hacer todo lo que estuviese en su mano, a penas a dos semanas de la prueba de piano poca cosa podría hacerse.

La verdad es que aquella noticia me había dejado literalmente aplanada y algo bloqueada, y pese a la lluvia casi torrencial que estaba cayendo y a estar mojándome entera aun llevando el paraguas, seguí andando por los Champs Eliseé de vuelta a la pensión en la que vivía desde hacía tres años. Recordé cómo ya desde muy pequeña comencé a estudiar música en el Conservatorio de música de Barcelona, mi ciudad natal, al que quise apuntarme para aprender a tocar el piano después ver cómo mi madre lo disfrutaba en los ratos que tenía libres después del trabajo en el hospital y admirar cómo le brillaban los ojos al hablar de música. Cuando superé el Grado medio, la directora del Conservatorio junto a mi profesora de piano me hablaron sobre el Conservatoire de Paris y las pruebas de acceso. Tenía pensado cursar después del bachillerato algún estudio en la Escuela Superior de Música de Catalunya o en el Liceu, pero dada la oportunidad y lo buena que decían que era la profesora de piano en París, decidí presentarme a las pruebas a mis diecinueve años, yéndome acompañada por mi hermano hasta París. Aprobé las pruebas y conseguí plaza en el Conservatoire, así que decidí  embarcarme en la aventura de vivir sola en París para estudiar lo que más amaba. Y aquí estaba, tres años después, a punto de no poder graduarme por la maldita lesión de la mano.

El móvil comenzó a sonar sacándome de mis pensamientos y de mi frustración y, al darme cuenta de que con el paraguas en la mano y el bolso colgando de mi hombro no podía coger mi móvil, me puse debajo de uno de los balcones de la avenida, cerré el paraguas mojándome el abrigo soltando un gruñido y cogí el móvil antes de que se cortase la llamada:

- ¿Si?- contesté.

- Henar, soy Piere.- dijo una voz de hombre en francés. Era el dueño de la pensión en la que vivía.

-  Dime, Piere.

- Verás...- dijo cambiando la voz- Siento comunicarte que he alquilado tu habitación.

Bajo el cielo de París [Pablo Alborán] COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora