21. Malditos exámenes

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Al día siguiente, entre el compromiso de Pablo con la comida y mis nervios a flor de piel antes de comenzar en pocas horas los exámenes no nos vimos, pero sí que hablamos durante bastante rato por teléfono. Me fue bien explicarle lo nerviosa que estaba y hablarle de todo de lo que debía examinarme, contándole algunas cosas sobre las materias o de los profesores. Me ayudó a sentirme mucho más relajada y conseguí dormirme en cuanto cortamos la llamada.

El primer día de exámenes fue bastante duro, pues durante toda la mañana desde una hora muy temprana los exámenes se fueron sucediendo uno detrás del otro. El ambiente en el Conservatoire era bastante tenso y pocas veces había sido capaz de escuchar un silencio tan sepulcral en aquel edificio, silencio que solo era interrumpido por el sonido de algunos instrumentos ensayando o impartiendo clase. El primer día acabó prácticamente pasada la hora de comer, y esperé a que Carla saliese para ir a comer algo rápido y quedarnos a estudiar en la biblioteca tal y como habíamos hablado aquel fin de semana. Por suerte, los exámenes de aquel día me habían ido bastante bien y me fui con un buen sabor de boca, pensando que solo me faltaban dos pruebas que hacer al día siguiente, menos de la mitad de lo que ya había hecho. Mientras comíamos, hablando sobre algunas respuestas de las pruebas en las que Carla y yo coincidíamos bastante, miré mi teléfono y vi mensajes de Pablo preguntándome qué tal me habían ido aquel día las pruebas y que si quería ir aquella tarde a dar un paseo con él. Tuve que disculparme, pues le había prometido a Carla que haríamos un último repaso de la asignatura que peor llevaba para mañana, pero le prometí que al día siguiente nos veríamos. La tarde fue realmente agotadora, ambas estábamos mentalmente cansadas de aquel largo día de exámenes y la tarde de estudio fue muy espesa, larga y poco aprovechable. No obstante, Carla pareció estar más segura con la materia cuando acabamos casi a media noche y con eso me bastaba. Cuando me fui a dormir después de hacer los ejercicios que hacía cada noche de la terapia corporal, no pude evitar pensar que al día siguiente, si todo hubiese sido como siempre, me hubiese examinado también de piano y me hubiese graduado por fin. Aquello me puso un poco triste y no se me ocurrió otra cosa que ponerme los auriculares y escuchar el repertorio de mi prueba. A pesar de todo conseguí dormirme con facilidad debido al cansancio, pero lo hice con una lágrima cayendo de mis ojos.

Me levanté con la salida del sol realmente cansada y cuando me miré en el espejo del baño me vi horrible, con los ojos algo hinchados y un aspecto penoso. Me di una ducha rápida con agua más bien fría y, a pesar de que me sentí algo más espabilada, mi cara seguía siendo un horror. Me puse algo de maquillaje para las ojeras y pinté mis ojos con delineador y rímel para intentar disimular el aspecto de aquella mañana, pero seguí viéndome mal y Carla no ayudó:

- Vaya cara- soltó en cuanto me vio llegar a la cocina para desayunar algo- ¿No has dormido?

- Sí, he dormido, pero estoy agotada igualmente.

- Toma, he hecho café- se ofreció- te ayudará.

No pude negar que tenía razón, así que cogí una taza y me la llené de café, sin leche y con muy poca azúcar para ver si podía arreglar un poco lo mal que había despertado. Sin poder evitarlo me vino a la mente Pablo y pensé que la noche anterior hubiese sido un buen momento para que hubiésemos dormido abrazados. Seguro que hubiese dormido mucho mejor y me hubiese despertado de otro modo. Sonreí al sorprenderme pensando en aquello:

- ¿Y esa sonrisilla?- preguntó Carla divertida- ¿Pensabas en tu maromo?

- No le llames maromo... suena feo- reí.

- Bueno, maromo, príncipe, chico... qué más da. Pensabas en él, ¿no?

- Sí...

Carla estuvo un buen rato metiéndose conmigo y riéndose de mí, pero fue un rato divertido antes de irnos para enfrentarnos, un día más, a los duros exámenes. Casi sin que me diera cuenta la mañana pasó y acabé los exámenes, con un dolor de cabeza algo insoportable, pero con una buena sensación que me hizo sentir orgullosa de todo lo que había estado preparándome para aquello. Mis compañeros se fueron hacia las salas de instrumento correspondientes para ensayar para los exámenes de instrumento que se hacían por la tarde, y yo después de desearle buena suerte a Carla y a algunos compañeros y compañeras más decidí que iría a dar un paseo para despejar la mente. Salí casi corriendo del Conservatoire, con ganas de alejarme y de celebrar que lo peor ya había pasado, y me sorprendí gratamente al ver quién había en la entrada.

Bajo el cielo de París [Pablo Alborán] COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora