54. El deseo más grande

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Intentando distraerme mirando por la ventana, pude distinguir que Pablo se estaba dirigiendo hacia la playa de La Barceloneta. Cualquier hotel que estuviese allí cerca le iba a costar un dineral, y mucho más en una noche como aquella:

- ¿A dónde me llevas?- le pregunté intentando sacarle algo de información.

- No voy a decírtelo, si te lo digo ahora me harás dar la vuelta  mientras me riñes.- rio.

- Pablo... sé que te diriges a La Barceloneta. Te conozco, y dudo mucho que vayamos a dormir en la arena, pero todos los hoteles que hay allí son muy...- comencé.

- Son perfectos, Henar. Es una noche que quiero que recordemos siempre, y quiero que todo sea perfecto. Deja de preocuparte por si me gasto más o menos contigo. Me apetece hacerlo por los dos.

- Sabes que en cualquier Motel de carretera podría pasar la mejor noche de mi vida si es contigo, ¿no?- le solté.

- Lo siento, pero una princesa necesita mínimo el lugar al que te voy a llevar, así que no se hable más.

Dejé el tema. Sin duda alguna era inútil intentar que Pablo no se gastara tanto dinero en mí, y no es que no me gustase que me llevase a los mejores sitios de la ciudad y poder compartirlos con él, pero me sentía como si estuviese aprovechándome de él:

- Deja de preocuparte, Henar. Sé lo que estás pensando y eres todo lo contrario a eso.- dijo él tras algunos segundos en silencio.

- ¿Y qué crees que pienso?- pregunté.

- Que te aprovechas de mí. Y ya te digo yo que no, guapa. Una persona que se aprovecha de otra es muy diferente a ti. Yo hago lo que hago porque me apetece hacerlo, y sé que no es algo tan importante para ti, pero para mí si lo es. Sí contigo. Así que deja de preocuparte y vamos a disfrutar del momento, hotel incluido.

En ese momento paró justo delante del Hotel W Barcelona, el mejor hotel de la ciudad justo al lado de la playa y con unas vistas increíbles al mar mediterráneo. No me lo podía creer:

- No...- salió de mi garganta.

- Sí.

- ¡Dios mío!- grité de emoción haciendo reír a Pablo.

- ¿Ves como sí que te hace ilusión?- preguntó entusiasmado al salir del coche.

- ¡Claro que me hace ilusión! No he dicho lo contrario, solo quiero que sepas que no es necesario, que voy a quererte igual me lleves aquí o a una cabaña en el campo.

Pablo me sonrió dulcemente y se acercó a mí para darme un suave beso en los labios mientras entrelazaba su mano con la mía:

- ¿Vamos?- me preguntó.

- Me muero de ganas.- le respondí mordiéndome el labio de forma provocativa.

Los minutos parecían horas. Estaba ansiosa por llegar a la habitación con Pablo para disfrutar de él toda la noche y verle hablar con la elegante recepcionista se me estaba haciendo eterno. Observé, desde unos pasos atrás, como Pablo se encontraba de pie delante del mostrador, apoyado en el mismo con una pose que le convertía como mínimo en alguien interesante y atrayente, aunque bien sabía que ese tipo de gestos formaban parte de su naturaleza y de su personalidad arrolladora. Sin duda alguna tenía una espalda y un trasero fáciles de desear. En cuanto menos me lo esperaba, se dio la vuelta hacia mí:

- Ya podemos... ¿Qué mirabas?- preguntó sonriente al ver cómo inspeccionaba con determinación su figura mientras se acercaba a mí.

- Tu precioso trasero- le respondí juguetona en su oído.

- Anda... vayamos a la habitación.- rio- Aprecia la belleza del hotel mientras puedas porque una vez lleguemos arriba no te voy a dejar hacerlo.- susurró en mi oído mientras nos dirigíamos al enorme y elegante ascensor.

Enrojecí enormemente y decidí desviar mi mirada haciendo caso al consejo de Pablo. Era más que probable que nunca más pisase aquel hotel, así que también quería empaparme de su arquitectura aunque fuese durante unos pocos segundos. Realmente se trataba de un hotel majestuoso y la forma en la que estaba decorado en el interior hacía justicia a su fama y estatus. Su decoración era vanguardista y todos los elementos estaban colocados e iluminados estratégicamente para sacar el máximo provecho posible del espacio. Sin duda alguna, una delicia para la vista:

- Se acabó- dijo Pablo detrás de mí- Ya has mirado suficiente- dijo mientras me sonreía al girar mi cuello para poder mirarle.

Nos encontrábamos ya dentro del ascensor. Pablo sacó una tarjeta y la pasó por un lector que había en el panel del ascensor:

- Esta tarjeta nos llevará directamente a nuestra habitación, una de las suites del hotel.

- Vaya...- dije asombrada reprimiendo mi deseo de reñirle por haber reservado una suite en vez de cualquier otra habitación.

Noté como Pablo pasaba sus manos por mi vientre, acercando mi cuerpo al suyo mientras respiraba profundamente sobre mi cuello, inhalando mi perfume:

- Y cuando digo directamente, quiero decir que no para en ningún otro piso, que hasta que no nos deje en nuestra habitación no para... así que en cuanto se cierren esas malditas puertas comienza nuestra velada, amor.- susurró con su voz excitada y ronca.

En el preciso momento en el que dejó de decir aquello, habiéndome dejado trastornada y con la excitación fluyendo por cada rincón de mi cuerpo, las puertas del ascensor comenzaron a cerrarse con una horrible lentitud. Cuando, por fin, estuvimos fuera de la mirada de cualquier persona me giré hacia a él, notablemente enrojecida por la situación y con una seguridad y sensualidad que ni siquiera sé de dónde saqué:

- Entonces no perdamos el tiempo- susurré mientras me iba acercando a sus labios, jugando con su boca acercándome y alejándome por momentos, intentando hacerle perder la paciencia.

No aguantó ni dos segundos. Se lanzó a mis labios como un lobo a su presa después de días sin comer y comenzó a besarme con pasión y desesperación. Me cogió de las caderas para acercarme más a su cuerpo y enseguida noté que nos sobraban capas de ropa, así que le quité rápidamente el abrigo mientras él hacía lo mismo con el mío:

- Deja de besarme así o perderé el control- dijo en uno de los pocos momentos en que nuestras bocas se daban una tregua para poder respirar.

- De eso se trata, Pablito...- le respondí volviendo a juntar nuestros labios.

En cuanto las puertas se abrieron, pude observar por algunos segundos la enorme y lujosa habitación en la que nos encontrábamos. Pablo y yo, rápidamente, cogimos los abrigos que habían quedado en el suelo y entramos a la habitación, volviendo a sentir enseguida los labios de Pablo sobre los míos mientras me quitaba la camisa. No pude reprimir un pequeño gemido, tras el cual le propiné un suave mordisco en el labio inferior:

- Au...- se quejó, aunque más bien parecía haberle excitado aún más con aquello.

- Un pequeño castigo por reservar esta suite y no una habitación estándar.

- Deja de hablar...- susurró mientras desabrochaba mi falda y me besaba desesperadamente.


Bajo el cielo de París [Pablo Alborán] COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora