38. Fresas

601 38 12
                                    

Estuvimos un rato más tumbados, abrazados y hablando sobre todo un poco. Le pregunté por su familia, impaciente por conocerles a la vez que nerviosa e insegura, pero logró tranquilizarme con sus palabras al hablar de su familia con el amor, cariño y afecto con lo que lo hacía, sobretodo de sus sobrinos.

Después de darnos una rápida ducha, bajamos al comedor del hotel y nos sirvieron una cena exquisita que disfrutamos entre risas y conversaciones más que interesantes. No pude evitar pensar que lo que estaba viviendo con Pablo últimamente parecía un sueño demasiado perfecto. Éramos compatibles para todo, siempre teníamos de qué hablar y estar con él representaba un torbellino de emociones que iban desde el cariño y el amor, pasando por la diversión hasta llegar a la pasión más grande que jamás había sentido con nadie:

- Ahora en serio, ¿de verdad que no tienes ningún defecto?- preguntó Pablo entre risas continuando con nuestra conversación.

- ¿Aún no te convences de que soy sencillamente perfecta?- bromeé haciéndole reír- No, la verdad es que sí que tengo. Pero no sé si decírtelos o dejar que los descubras tú mismo.

- Prefiero estar prevenido.

- Bueno, pues soy muy cabezota y a veces llego a tal punto que se me nubla todo y ni escucho, ni veo ni nada- me sinceré.

-Bueno, que tienes carácter ya lo sabía. Eso no es nada malo.

- Oh, no. No has visto nada. Cuando me pongo en modo cabezón no se puede hablar conmigo. Me convierto en una niñata.

- No te creo, lo dices para ser modesta.- soltó él sonriendo.

- Yo te he avisado, luego si alguna vez me pongo así no tendrás derecho a quejarte.- le advertí.- ¿Y tú? ¿Algo que deba saber?- le pregunté yo.

- A parte de que soy terriblemente sexy y demasiado bueno en la cama... no veo más aspectos negativos en mí.

Le di un pequeño pellizco en la mano y más al ver que una de las camareras se encontraba detrás de Pablo para servirnos el postre, la cual enrojeció al escuchar aquellas palabras y se mordió el labio. Sentí una punzada de celos al ver cómo aquella muchacha le miraba y más después de aquella confesión de Pablo, pero se me fueron enseguida cuando él a penas reparó en ella. Sus ojos estaban más que centrados en mí y no parecía haber nada ni nadie más con nosotros:

- Perdona...- dijo aquella chica con una tímida voz, sacándonos de nuestras risas- ¿Eres Pablo Alborán?- preguntó ella con obviedad.

- Sí- contestó Pablo mirándola por primera vez.

- Soy superfan tuya- dijo ella- ¿Es tu novia?- preguntó con descaro aquella muchacha. Mi cara debía parecer un poema.

- Gracias por seguir mi música.- le agradeció Pablo- Pero no voy a contestar a tu pregunta.

La chica sonrió con algo de descaro:

- Es obvio que lo es. Es la misma tía de la foto en París.- dijo ella.

- No soy tu tía, bonita.- le solté sin poderlo evitar al ver el desprecio con el que hablaba de mí, ignorándome como si no existiese.

- Y parece que tampoco su novia.- dijo ella- Se avergüenza de ti y no quiere que se sepa de tu existencia.

Sus palabras encendieron una llama de rabia por dentro y apreté con fuerza mis manos contra el borde de la mesa, tratando de evitar responder a esas palabras y crear una situación demasiado tensa:

- La verdad, no me avergüenzo de ella.- le hizo saber Pablo- Si quiero preservar su identidad es para protegerla de fans como tú, de las cuales sí me avergüenzo profundamente- dijo él, notándosele enfadado- Además, yo para ti solo debo ser música, nada más. Si me ves como otra cosa te sugiero que te hagas fan de cualquier otro. Mi vida personal no es de nadie más que mía.

Bajo el cielo de París [Pablo Alborán] COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora