5. Cal y arena

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A la mañana siguiente, cuando sonó el despertador, me costó terriblemente poder abrir los ojos y noté un leve dolor de cabeza, seguramente por las copas de la noche anterior. Me estiré perezosamente en la cama durante varios minutos y luego me dirigí al baño, donde vi que a pesar de todo no había amanecido con mala cara. Me lavé los dientes, me vestí con unos pantalones negros de cuero, un jersey de color blanco roto con un hombro caído, que llegaba hasta la cadera y unas botas bajas negras. Cogí mi bolso, metí mis apuntes y partituras, saqué de una bolsa mi abrigo beige, un gorro y una bufanda grises y rápidamente salí de la habitación, ya que no quería llegar tarde y aún tenía que adivinar exactamente qué metro debía coger para llegar al Conservatoire. Bajé al bar, donde había montadas unas mesas para el desayuno y le pedí al camarero un café y un sándwich vegetal para llevar. Saqué mi cartera y me acerqué a la caja para pagar:

- Han pagado su desayuno, señorita- dijo el camarero.

- ¿Qué?- le pregunté extrañada.

- El señor Alborán vino hace una hora a desayunar y me dijo que si usted venía a desayunar no le cobrara. Él lo dejó pagado.

- Ya...- dije guardando mi monedero.- Gracias

- Que tenga un buen día, señorita.

Salí del hotel con mi café y mi sándwich y, pese a que ya no llovía, el cielo seguía nublado, las calles seguían mojadas y hacía ya bastante frío a pesar de que aún no había comenzado el invierno. Me puse el abrigo, el gorro y la bufanda y me dirigí a la parada de metro que quedaba más cerca del hotel, a apenas cinco minutos del mismo. Por suerte, en aquella parada estaba la línea que me llevaba hasta el Conservatoire, así que no tardé demasiado en llegar y estuve allí bastante antes de lo previsto. Me senté en uno de los bancos que había en el interior, esperando a que llegara Giselle para poder hablar con ella sobre qué podíamos hacer en cuanto a mi mano y a las pruebas. Cogí mi teléfono móvil para pasar el rato aunque al cansarme rápidamente de mirar las redes sociales sin prestar demasiada atención cogí los apuntes de mi bolso y comencé a echarles un vistazo. La verdad es que en las últimas semanas había estudiado muchísimo y llevaba bastante bien las materias, pero siempre había sido de aquellas que piensa que hasta el último momento puedes darte cuenta de algo a lo que hasta entonces no habías prestado atención. No me dio demasiado tiempo a leer mucha cosa, pues Giselle llegó como siempre, puntual como un reloj:

- Buenos días, Henar.- dijo ella con su interminable sonrisa- Pasa- me ofreció mientras abría la puerta- Tengo muchas cosas que decirte.

Aquello último me inquietó por momentos. Según me contó, aquella misma noche había estado hablando con su amigo médico, el especialista en lesiones como la mía, y se había ofrecido a verme aquel mismo viernes, en el que me exploraría y haría algunas pruebas para ver qué se podía hacer. En cuanto a los exámenes, también me comentó que había podido hablar con el director del Conservatoire:

- Josephe sabe el talento que tienes y me ha dicho que te transmita que desea que te recuperes pronto y que puedas seguir tocando como hasta hora. Eres una chica especial, Henar, y hacía años que no teníamos a una alumna tan brillante entre nosotros y no sólo por ser una chica estudiosa, respetuosa y amante de la música como nadie, sino por el gran talento que tienes y lo mucho que transmites cuando tocas. Josephe va a hablar con la junta para proponerles que puedas alargar tu beca hasta finales de este curso, para que te dé tiempo a recuperarte con tranquilidad sin que tengas que estar pensando en tu situación económica y te examines en mayo. En cuanto a poder examinarte ahora de las demás materias... no cree que pueda hacerse. En teoría debes presentarte a todo a la vez, así que es posible que si tenemos que aplazar la prueba de piano para no fastidiar a esa mano deberás aplazar también todo lo demás. De todas formas, Josephe va a ver qué se puede hacer.

Bajo el cielo de París [Pablo Alborán] COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora