51. Verdad

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Durante el trayecto en coche no hablamos sobre nada más y ni siquiera mencionamos nada acerca de lo sucedido el día de la fiesta. Tuvimos un par de conversaciones banales sobre el tiempo y la fiesta de fin de año, pero más bien fueron para intentar romper con los incómodos silencios que se instauraban entre los dos en aquel coche. Ambos estábamos sin duda ansiosos por sentarnos tranquilamente a cenar y poder hablar.

Cuando al fin Pablo paró el coche nos encontrábamos justo enfrente del Restaurante Oleum, uno de los mejores restaurantes de Barcelona ubicado en el Palacio Nacional de Montjuïc, un lugar precioso y emblemático de la ciudad. Nunca había estado allí, nunca había creído posible cenar en un lugar así y mucho menos en una noche como aquella:

- ¿Cómo has conseguido que podamos venir aquí?- pregunté emocionada a la vez que sorprendida. Todos los problemas parecieron esfumarse durante algunos segundos, y es que me encantaba el mundo de la gastronomía y de la alta cocina.

- A veces ser famoso tiene también sus ventajas.- dijo sonriéndome y visiblemente contento por verme tan emocionada- Sabía que podía ganarme un poco de ti viniendo a un lugar como este- intentó bromear.

- No creas que lo tienes todo ganado. Solo a mi paladar.- dije siguiendo su broma para intentar relajar el ambiente y relajarme a mí misma.

- Lo sé, pero quería que todo fuese lo más agradable posible...- volvió a decir bajando su rostro, algo afectado.- Bueno... entremos.

Sin mediar más palabra nos dirigimos hacia la entrada. Se trataba de un restaurante precioso y decorado con mucho gusto. Un elegante hombre nos recibió a la entrada, saludando a Pablo amigablemente para después llevarnos a una sala en la que tan solo había una mesa preparada en el centro de la misma, iluminada con la luz tenue de algunas velas y perfectamente presentada:

- Señorita...- dijo aquel hombre tendiendo su mano para que le diese el abrigo.

- Oh...- dije saliendo de mi ensoñación y quitándome el abrigo.- Gracias.

Pablo se acercó pasando por detrás de mí, embriagándome con su olor, aquel que tanto me gustaba y que me hizo incluso cerrar los ojos. Apartó la silla, como todo un caballero. Realmente se estaba portando muy bien conmigo y hacerme sentir tan especial me derretía el corazón. No obstante, me obligué a no ceder a sus encantos, al menos no hasta que se aclarasen las cosas:

- Gracias.- le dije mirándole mientras me sentaba.

- Estás realmente guapa hoy...- dijo una vez más al sentarse mientras me miraba con intensidad.

- No intentes embaucarme.- intenté bromear al sentir mis mejillas sonrojadas producto de su mirada.

- Solo soy sincero.- dijo él con cierta picardía.

Un camarero nos trajo las cartas y ambos la abrimos. Intentaba centrarme en el contenido de la misma y en intentar descifrar qué podían ser cada uno de los platos con nombres tan largos y algo extraños, pero no podía concentrarme viendo como Pablo se inquietaba por momentos. Al final pedí lo que el camarero me recomendó como plato especial de la noche, sin prestar prácticamente nada de atención a lo que nos decía. Mi cabeza estaba en otro lugar:

- Es genial que hayas podido conseguir una sala en la que estemos solos.- le comenté para intentar romper el hielo una vez nos trajeron los platos. Llevábamos minutos en silencio.

- No quiero que nadie nos moleste. Quiero que podamos hablar tranquilos.

- Me parece bien...- contesté.

Bajo el cielo de París [Pablo Alborán] COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora