13. Dudas

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El día siguiente lo pasé entero estudiando y solo vi a los chicos a la hora de cenar, en la que Pablo estuvo la mayor parte del tiempo recibiendo llamadas e incluso le noté algo irritado y, aunque a penas hablamos, en varias ocasiones cruzamos y compartimos nuestras miradas. El lunes me desperté bien pronto para preparar todo lo que iba a hacer aquel día, pues tenía que ir a ver al doctor Fleisher, al Conservatoire a hablar con Giselle y a estudiar para luego comer con Carla e ir a ver el piso que iban a alquilarme. En la consulta, el doctor, me comentó que el centro dónde impartían la terapia de reeducación global esperaba que fuese a hablar con ellos aquel mismo jueves para pactar unos horarios según las características de mi caso y mi disponibilidad, aunque el doctor me comentó que él pensaba que con dos días a la semana era más que suficiente para mí. Después de hablar un rato con él, me hizo sentar en la camilla y sacó una inyección y un bote con un líquido transparente en su interior para comenzar con la primera tanda de toxina botulínica inyectada. Marcó con una especie de rotulador los puntos en los que debía pincharme, pues debía ser preciso en cuanto a los músculos en los que me la inyectaba, y calculó una dosis muy precisa para evitar que la mano se me quedara atontada, aunque no descartó que al ser la primera vez y no saber cómo iba a reaccionar exactamente mi cuerpo sintiese la mano algo rara durante unas horas o incluso algunos días. Volvió a insistir en que no forzara la mano tocando el piano, incluso le pregunté si podía tocarlo aunque fuese durante muy poco rato y cosas muy sencillas, pero me aconsejó que en la medida de lo posible intentase no tocar. 

Salí de la consulta con la mano vendada y cuando llegué al Conservatoire era ya casi mediodía. Fui a hablar con Giselle, explicándole lo poco que me dolieron las inyecciones y lo ligeramente atontada que sentía la mano para después contarle que aquel mismo jueves debía ir al centro terapéutico para pactar unas sesiones y unos horarios. Se alegró al saber que el doctor Fleisher se estuviese implicando conmigo y que pudiese comenzar con tanta rapidez el tratamiento, así que en cuanto me despedí de ella me dirigí a la biblioteca para estudiar aunque fuese un par de horas antes de comer. Aquella mañana no pude concentrarme demasiado, y de hecho la canción de "Recuérdame" y el momento vivido la noche del sábado con Pablo no dejaban mi mente libre. Además, pensé en lo raro que vi a Pablo la noche anterior y me preocupé al pensar que quizás aquel estado pudiese deberse a mí, aunque Carla rápidamente consiguió sacarme de aquellos pensamientos que no me llevaban a ninguna parte sentándose de golpe a mi lado sobresaltándome, como hacía prácticamente siempre.

Comimos juntas en el comedor del Conservatoire y Carla me habló de lo agobiada que estaba con los exámenes que empezaban justo en una semana, el lunes de la semana siguiente, aunque estuve bastante ausente durante la conversación y solo le respondía con "si", "claro", "entiendo" o cosas parecidas:

- Henar. ¿Me estás escuchando?- preguntó Carla cuando ya estábamos con el postre- Pareces muy distraída.

- Lo siento- de disculpé- Estoy un poco espesa. ¿Qué me decías?

- ¿No estarás así por aquel chico que me dijiste, no?- preguntó ella conociéndome mejor de lo que pensaba.

- Pues... la verdad es que sí.- me sinceré. Necesitaba hablar de aquello con alguien y qué mejor que mi amiga- El sábado casi nos besamos, y no puedo dejar de pensar en ese momento.

- ¿Qué lo impidió?- preguntó ella.

- Nos interrumpieron y, aparte, no sé si quiero hacerlo. Es decir, me atrae mucho y en aquel momento me moría de ganas de que lo hiciese pero... no sé si está bien.

- Espero que eso de "no sé si está bien" no tenga nada que ver con tu ex.

Bajé mi mirada:

- ¡Olvídate ya de ese idiota! Ya no estáis juntos y a él pareció no importarle tampoco cuando lo estabais.- dijo ella casi enfadada.

Bajo el cielo de París [Pablo Alborán] COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora