47. De vuelta

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Antes de lo que me había imaginado, Lolo paró el coche frente a la casa de Pablo. Reaccioné, limpiando las lágrimas que no habían dejado de caer por mi rostro durante todo el camino y me quité el cinturón. Antes de que pudiese abrir la puerta y bajar del coche, Lolo me cogió de la mano, haciendo que me girara hacia él:

- Siento mucho como han ido las cosas, Henar.- me dijo con una triste mirada.

- No debes sentirlo, Lolo- le respondí mientras seguía limpiando mis ojos- No es culpa tuya. Te agradezco que me hayas traído.

- ¿Qué vas a hacer ahora?- me preguntó tras un infinito silencio en el que no dejó de acariciar mi mano, consolándome.

- Irme a casa. No puedo quedarme- respondí con rotundidad.

- Henar... no te vayas así. Debe haber una explicación para lo que hemos visto.- intentaba convencerme.

- Sí, la hay.- confirmé.- Sigue sintiendo algo por ella, y no le culpo. Solo lamento que no haya sido sincero conmigo, que no haya confiado en mí, y que haya tenido que acabar así.- expliqué intentando autoconvencerme- Pero son cosas que pasan, no debí de entregarme tanto a él.

- No te culpes por eso, Henar. Tú has hecho todo lo que ha estado en tus manos, eres una chica magnífica, y si realmente lo que ha ocurrido es lo que crees, no te lo mereces. Pero conozco a Pablo, te quiere, hacía mucho tiempo que no le veía así, desde...

- Sí, desde Marta. Está todo claro, Lolo. Espero que al menos pueda llevarme tu amistad.- le sonreí.

- Eso no lo dudes.

- Promete avisarme cuando estés por Barcelona, ¡o en París!- intenté reír, aunque las lágrimas seguían saliendo de mis ojos.

Lolo me dedicó una triste aunque cálida sonrisa mientras limpiaba mis lágrimas con su pulgar:

- No lo dudes, pequeña. Siempre que pueda estaremos en contacto, y tienes mi teléfono para lo que necesites además de una casa aquí, en Málaga.

- Gracias- le agradecí.

Realmente Lolo era un buen amigo. Con solo su presencia conseguía hacerme sentir mejor, incluso en una situación tan extrema como aquella:

- ¿Quieres que te lleve al aeropuerto?- preguntó entonces.

- No te preocupes. Haré las maletas lo más rápidamente que pueda y llamaré un taxi para que me lleve. Es tarde, y ya has hecho suficiente. Pablo es tu amigo y quizás te necesite.

- Como quieras...- dijo algo abatido.

Me despedí de él con un cálido abrazo y un beso en la mejilla, prometiendo volver a vernos pronto. Me dirigí rápidamente a la casa y, por suerte, la puerta estaba abierta. Comencé a hacer las maletas con rapidez y en menos de media hora acabé con todo, ya con el taxi en la puerta. Me sabía mal no poder despedirme de los padres y de la familia de Pablo, la que se había portado de lujo conmigo, pero era demasiado tarde para despertarles y poder hablar con ellos, así que les escribí una carta agradeciendo todo lo que habían hecho por mí durante aquellos días, despidiéndome sin dar ninguna explicación, simplemente diciéndoles que me había surgido algo urgente y que en todo caso Pablo se lo explicaría.

Me dirigí al taxi rápidamente, temiendo que Pablo pudiese llegar en cualquier momento y que tuviese que enfrentarme a él. No sabía cómo iba a reaccionar a sus explicaciones, a su mirada, a sus palabras, a su cercanía... Debía irme lo antes posible. Y así lo hice. Durante el trayecto al aeropuerto no pude dejar de pensar en todos los momentos que había pasado junto a él, la mayoría muy buenos: su risa, su sonrisa, sus caricias, sus miradas, sus besos, la complicidad, el cariño, el sexo... pero enseguida todo aquello pareció desaparecer siendo sustituido por las mentiras y los malos momentos. Nunca imaginé que lo nuestro acabaría así. Siempre pensé que lo nuestro podía funcionar, que si en todo caso no funcionara sería debido a la distancia durante las giras o la difícil compatibilidad de nuestras vidas, pero nunca pensé que podríamos llegar a un final tan doloroso y con una exnovia de por medio.

Bajo el cielo de París [Pablo Alborán] COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora