55. El amor de mi vida

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Me quedé en ropa interior delante de él y pude ver como se apartaba de mí durante unos segundos para contemplarme, segundos en los que mi cuerpo comenzó a echar de menos la cercanía de Pablo, volviéndome loca por momentos:

- Eres preciosa... no sabes cuánto.- dijo él mirando a mis ojos. Su mirada era oscura, penetrante y las llamas parecían salir disparadas de sus ojos.

- Calla y ven.- le ordené provocándole una pícara sonrisa.

Pablo pareció querer jugar conmigo y comenzó a acercarse muy poco a poco hacia a mí. Aquella lentitud me estaba desesperando y parecía gustarle ver esa reacción en mí, pero si quería jugar yo también sabía. Cuando estaba a punto de juntar de nuevo nuestros cuerpos fui yo la que dio un paso hacia atrás, provocándole un gruñido que erizó literalmente mi piel:

- No juegues con fuego, preciosa- dijo con una voz grave que hizo vibrar a mi cuerpo.

- No lo hagas tú. Yo también puedo provocarte- le dije dejándole inmóvil con mis palabras, hecho que aproveché para acercarme a él sensualmente y poner mi dedo índice sobre su pecho- Puede que el que acabe quemado seas tú, amor.

Noté como todos los músculos de Pablo se tensaron y como las llamas que había presentes en su mirada crecieron exponencialmente. Sin dejarle tiempo a reaccionar, me tiré sobre su boca para besarle con la máxima sensualidad que pude mientras le desabrochaba el pantalón para después quitarle la camisa. Pablo pareció reaccionar a los segundos y después de quedarse en sus bóxer negros me devolvió el beso casi con rabia mientras acariciaba mis glúteos para después agarrarlos con fuerza y levantarme del suelo, provocando que mi piernas rodearan su cadera y sintiese piel con piel su ya dura erección, la cual al rozar mi zona más íntima me hizo soltar un suave gemido.

Pablo siguió besándome mientras acariciaba mis muslos y mi espalda mientras yo intentaba no ahogarme con ese beso, acariciando su nuca y entrelazando mis dedos con su suave pelo. Sin esperármelo, noté mi cuerpo despegarse del suyo y sentí como rebotaba al chocar con el colchón de la cama. Sin duda no quería perder el tiempo, aunque yo tampoco estaba para jugar demasiado por mucho que quisiese hacerle esperar y sufrir un poco más. Enseguida, Pablo se colocó encima de mí, acariciando con una de sus manos desde mi rodilla hasta mi mejilla, donde me levantó la cara para juntar de nuevo nuestros labios. Arqueé mi espalda y subí ligeramente mis caderas para rozarme con su cuerpo, pues no podía estar ni un segundo sin aquel contacto:

- Tranquila, amor... ten un poco de paciencia.- me pidió mientras besaba dulcemente mi cuello, haciéndome estremecer.

- No tengo mucha, ahora mismo- respondí con urgencia mientras notaba como sus labios y su lengua bajaban rodeando y saboreando mis pechos haciéndome suspirar.

Pablo siguió dejando un camino de besos por todo mi cuerpo, acelerando mi respiración y mi pulso a cada segundo y haciendo crecer, a la vez, el deseo que sentía en aquel momento por él. Después de besar peligrosamente el bordado de mi ropa interior, me la quitó lenta y sensualmente mientras me miraba a los ojos, desde abajo, para después comenzar a besar aquel punto tan débil en el cuerpo de una mujer. Me hizo estremecer de placer, no podía contener los gemidos y mis caderas se movían ligeramente en círculos y hacia arriba para poder notar más su contacto. Era tan perfecta la forma en la que me hacía disfrutar que estuve a punto de llegar al clímax, pero antes de que eso ocurriese me levanté con agilidad, dejándole algo desconcertado, atrapando su boca entre mis labios:

- ¿No quieres que siga?- me preguntó, relamiéndose los labios.

- No si no quieres que llegue ya.

- Oh, cielo... pienso hacerte llegar más de una vez esta noche, así que no te preocupes por eso.

- Calla...- le solté mientras me reía nerviosamente ante semejante provocación.

Bajo el cielo de París [Pablo Alborán] COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora