16. Golpe

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Pocos minutos después de aquellas risas salimos del coche para dirigirnos hacia las habitaciones, pero en cuanto entramos por la puerta que comunicaba el parquin con el hall del hotel mientras hablábamos animadamente, Pablo delante de mí y mirándome, vi como un puño impactaba contra su cara. Impactó en su pómulo, borrándole la sonrisa al instante y haciendo que se girara aún más hacia mí. Yo me acerqué a él, para cogerle de la cara con delicadeza, y cuál fue mi sorpresa cuando vi que aquel puñetazo había salido de las manos de Diego. No podía creer que siguiese en París y que hubiese llegado a hacer aquello:

- Cabrón, tú eres el cantante ese mojabragas- le soltó Diego- Me la has robado, cabrón. ¡La he perdido por tu culpa!

Vi la rabia nacer en la mirada de Pablo pero antes de que pudiese darse la vuelta para encararse y enfrentarse a Diego me puse delante de él, mirando a los ojos de Diego, y no vi por ningún lado al chico del que me enamoré años atrás. Iba bebido, incluso drogado, vestido con unos tejanos y una camisa azul que llevaba abierta enseñando su pectoral, como si fuese un mono en celo y olía realmente mal. Me acerqué a él, con paso firme y mirándole con enfado y decepción, mirada que por una vez pareció entender de sobras y con la que incluso reculó abriendo sus brazos a modo de rendición:

- No soy un objeto para que pueda ser robada, eso para empezar- le solté en cuento llegué a él dándole un suave empujón- Y segundo, el único culpable de que lo nuestro se haya acabado has sido tú, Diego. Tú has sido el que no me ha apoyado en mi sueño, tú has sido el que a la mínima me echabas en cara que estuviese aquí por mi estúpida música y obviamente tú has sido el que no ha tenido el pene quieto y te has acostado con otra.- acabé, volviéndole a empujar- Haz el favor de dejarme en paz, no quiero volver a saber nada de ti. No debiste venir, las cosas están más que claras y mucho menos debiste pegarle a él. Así que vete de una vez y déjame tranquila, asume que la has cagado, que me has perdido y cógete un vuelo de vuelta porque aquí no tienes nada más que hacer.

Diego se tambaleó, como si mis palabras le hubiesen dado el golpe que no negaré que tuve ganas de darle, miró a Pablo por última vez, se dio media vuelta y se marchó. Sentí rabia, mucha rabia, y estaba decepcionada, pero lo estaba más bien conmigo misma, por no haberme dado cuenta antes del tipo de persona que era Diego, por haber estado empeñada en intentar mantener una relación que sabía desde hacía tiempo que no tenía futuro. No merecía a alguien que no apoyara mis sueños, que no entendiese mis inquietudes y sobretodo que me faltase al respeto. En cuanto vi salir a Diego del hotel me acerqué a Pablo, que me miraba sonriente aunque con una mano en su pómulo. Me acerqué a él y apartó su mano para que pudiese verle y tenía un buen golpe en el pómulo, ya rojo y con incluso un pequeño arañazo. Me sentía fatal por lo que había pasado:

- Dios, Pablo- le dije- Lo siento, de verdad. Lo siento.- dije sin saber dónde poner mis manos.

Él, al verme tan nerviosa, cogió mis manos entre las suyas haciéndome parar y respirar, tranquilizándome casi al momento de sentir su contacto:

- No te disculpes.- dijo él- Ese tío es un sinvergüenza y un cabrón que no te merece, pero entiendo su frustración al haberte perdido. Si este puñetazo va a servir para que te deje tranquila, que me pegue cien si quiere.

- No digas eso...

- Lo digo en serio. No quiero que vuelva a molestarte más, ese imbécil. Creo que tus palabras le han dejado las cosas más que claras pero ya te digo ahora que como vuelva a verle cerca de ti se la devuelvo.

No pude evitar sonreír al ver lo muy en serio que decía aquello y lo mucho que se preocupaba por mí. Jamás me había sentido tan protegida por alguien que no fuese de mi familia, y me gustaba sentirme así:

Bajo el cielo de París [Pablo Alborán] COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora