31. El primer "te quiero"

774 42 18
                                    


La segunda semana del mes y la última antes de las vacaciones, la dediqué sobretodo a preparar el viaje a Barcelona. Cancelé el vuelo y decidí ir en tren de alta velocidad, pues al ir con Bise no quería que la pobre fuese en una bodega fría y maloliente y en el tren, al ser tan pequeña, podía ir conmigo. Quedé con Carla y sus amigas alguna tarde pero la verdad es que a pesar de que eran muy majas no conseguí sentirme demasiado cómoda con ellas. Se conocían desde hacía muchos años y hablaban de muchas cosas que solo ellas, por su complicidad, podían entender. Aunque, la verdad, tampoco es que me interesase demasiado o les prestase toda la atención necesaria. Mi mente no dejaba de imaginar cómo serían aquellas navidades, cómo haríamos Pablo y yo para poder vernos, cómo sería conocer a su familia si al final era posible hacerlo... Él me dijo que lo tenía todo pensado, pero por mucho que le insistiese no quería contarme nada. Me enfadaba con él a menudo, pues fuese lo que fuese lo que tuviese pensado tenía que hablarlo con mis padres, más que nada porque eran fechas muy señaladas y debía pasar tiempo también con mi familia. Pero por mucho que se lo explicase él solo reía y reía pero no me contaba nada, solo repetía que no me preocupase por nada, que ya lo tenía todo bien planeado.

Avisé al centro terapéutico de que no podría ir durante dos sesiones y el último jueves me enseñaron varios ejercicios nuevos que debía hacer al menos una vez al día. Por fin, llegó el día de volver a casa. Me sentía muy emocionada por ver a mis padres y hermano y a mis amigos y, por qué engañarnos, también por poder ver a Pablo en unos días. Fui a la estación de tren pronto con Bise, para no tener ningún problema, y después de meterla en su nuevo trasportín pude subir al tren. La pobre estuvo durmiendo casi todo el viaje, aunque era mejor así, ya que no había mucho con lo que entretenerse allí. Yo simplemente me limité a escuchar música y a leer algunas revistas viejas que allí había, pero no ayudaron demasiado a que el tiempo se me pasase más rápido. Estaba tan impaciente por llegar que perdí el sentido del tiempo: cuando pensaba que llevaba horas viajando quizás solo habían pasado minutos y aquella sensación llegó a desesperarme.

Cuando al fin llegué a la Estació de França de Barcelona después de más de 6 horas, sentí un nerviosismo y unas ganas de bajar desorbitadas. Cogí rápidamente mi maleta y a Bise y me dirigí a la puerta de salida en cuanto pude. Les dije a mis padres que no hacía falta que me viniesen a buscar, que cogería un taxi y en menos de media hora estaría en casa, pero me sorprendí gratamente al ver que mi hermano había venido a buscarme, pues estaba realmente agotada de tantas horas sentada en aquel tren:

- ¡Hola, pequeña!- me saludó abrazándome- Bueno, ahora sois dos pequeñas. ¿Cómo está esa preciosidad?- preguntó refiriéndose a Bise.

- Ha estado durmiendo casi todo el viaje. -le informé.

Saqué a Bise del trasportín y la até con su correa. Se puso contenta al salir de allí y dio sus típicos saltitos graciosos delante de mi hermano, cosa que hacía siempre para saludar a cualquiera. Mi hermano no pudo evitar rendirse a aquella cachorrita y estuvo todo el camino hasta el coche jugueteando con ella. En poco más de media hora, a causa del tráfico, llegamos a casa cuando ya era casi la hora de comer. Mis padres se alegraron al verme y les encantó conocer a Bise, la que no paraba de oler cualquier rincón de la casa. Les vi especialmente emocionados, sobre todo a mi madre, que me miraba hasta con sus ojos llorosos:

- Mamá, ¿estás bien?- le pregunté después de que me diese el abrazo más fuerte que jamás había recibido de su parte con el que casi me destroza la espalda.

- Si, hija. Solo estoy feliz de verte tan bien.- dijo ella- Sube a tu habitación y deja las cosas allí.

- Ay...-me quejé- Después de comer lo haré, estoy agotada.

Bajo el cielo de París [Pablo Alborán] COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora