18. Filtración

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Al día siguiente pude aprovechar las horas para preparar mis exámenes. Sin duda mis charlas con Carol y Lolo habían servido para canalizar lo suficiente toda la mezcla de emociones y pensamientos que habían invadido todo mi cuerpo de forma tan acelerada. Justo después de comer, recordé que aquella tarde debía ir al centro terapéutico para comenzar mi terapia de reeducación corporal, y allí pude tener mi mente ocupada en los ejercicios que ya mismo aquel día comenzamos. Acordé con mi terapeuta que debería ir, de momento, una sola vez por semana y que yo en casa, cada noche antes de dormir, debía hacer algunos de los ejercicios que aprendí aquella tarde. Por la noche, a la hora de cenar, fui con los demás y conseguí contagiarme de sus risas y de sus historias, pudiendo llegar a la habitación con una sonrisa y unas ganas enormes de dormir. Antes de ponerme a ello y, ya con el pijama puesto, comencé a hacer algunos de los ejercicios que había aprendido aquella tarde en la terapia y justo cuando acabé de hacerlos oí mi teléfono sonar. Era un mensaje de Pablo:

- Preciosa, ¿cómo ha ido hoy? Yo estoy cansadísimo y deseando volver a París

-¡Bien! He comenzado la terapia corporal y superbién, la verdad. ¿Y tú? ¿Día duro?

- ¡Es verdad! Ya me explicarás mejor mañana. Yo he estado todo el día aprovechando para hacer algunos recados y con reuniones estúpidas... en fin, este viaje ha sido un poco innecesario. Hubiese estado mil veces mejor allí, contigo

No supe que contestar a aquello, prácticamente me quedé bloqueada, pero suspiré al ver que seguía escribiendo:

- Puede parecerte una cursilada, pero te echo de menos- recibí en el mensaje.

- Es una cursilada, pero yo también te echo de menos a ti.

Tras aquel intercambio de mensajes y desearnos buenas noches, puse mi teléfono en silencio y por fin me fui a dormir, sonriente y feliz, deseando que llegase el día siguiente para verle otra vez.

Ya el viernes, decidí pasarme por el Conservatoire para poder hablar con Giselle sobre la sesión de terapia de la tarde anterior y algo antes de las diez estuve allí. Estuve hablando casi una hora con ella, siempre era agradable hacerlo, y cuando tuve que irme para que ella impartiera una de sus clases me quedé en la biblioteca para estudiar. Tenía a penas el fin de semana por delante antes de los exámenes, que comenzaban el lunes, y estaba bastante nerviosa. Como siempre, quería dar lo máximo de mí para poder obtener los mejores resultados posibles, así que busqué un sitio libre en lo concurrida que estaba aquel día la biblioteca y me senté en cuanto pude. El ambiente previo a los exámenes, el nerviosismo y las prisas eran palpables por toda la estancia y aquello no dejó que acabara de concentrarme, aunque mucho me temía que tener las materias tan y tan estudiadas, repasadas y leídas también hacían que me sintiera harta y cansada de estudiar. Me quedé allí un rato más hasta que se me empezó a contagiar demasiado el nerviosismo de los demás y decidí irme ya hacia el hotel. Quise despejarme un poco y que me diera el aire así que fui a coger el metro una parada que quedaba algo más lejos que la que solía ir.

Cuando llegué al hotel después de caminar lo suficiente para conseguir llegar cansada, me encontré con que en la entrada había un montón de personas, expectantes, la mayoría chicas jóvenes y, por lo que pude oír, españolas. Entré en el hotel lo más rápidamente que pude y allí me encontré a Lolo y los chicos, nerviosos y algo cabizbajos:

- Henar...- dijo Lolo al verme- Menos mal que estás aquí.

- ¿Qué pasa?- les pregunté.

- Alguien ha informado de que Pablo está alojado en este hotel y todas las fans españolas y latinas que hay en la ciudad se están desplazando aquí, para verle.

Bajo el cielo de París [Pablo Alborán] COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora