44. Confesión

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Me desperté numerosas veces durante la noche y pude percatarme de que Pablo no dormía. Me tenía cogida de la mano mientras me acariciaba la misma, pensativo. Para evitar que siguiera haciendo aquello hice ver que, dormida, me giraba, pudiendo soltarme de su agarre. Él, ante aquella acción, resopló, encendió la luz de la mesilla y se levantó de la cama, oyendo como pocos segundos después cerraba la puerta de la habitación con sumo cuidado, supongo que para no despertarme. Sin saber muy bien por qué, mi corazón latía demasiado deprisa y es que odiaba estar así con Pablo por lo que estaba segura que era una tontería. 

Pocos minutos después de que Pablo saliese de la habitación comencé a oír como un hilo de música comenzaba a sonar, pareciendo que se había puesto a tocar el piano. No pude aguantarlo más y,  aunque tuve que tragarme todo mi orgullo, me levanté de la cama y seguí el sonido del piano, encontrándole en una habitación que parecía una especie de estudio, donde a parte del piano había algunas guitarras y varios micrófonos. Pablo se encontraba tocando y cantando casi en un susurro una de sus preciosas canciones, frente a lo que no pude contener una sonrisa. Me encantaba verle así incluso dadas las circunstancias:

- Henar...- susurró sacándome de mis pensamientos.

Se encontraba sentado aún en el piano, mirándome con algo de tristeza:

- Creo que ya se me han pasado la borrachera y mis paranoias. ¿Crees que podemos hablar ahora?- dije con más dureza de la que hubiese deseado.

Pablo suspiró y se levantó desganado de la banca del piano:

- Perdóname...- dijo una vez se encontraba delante de mí, cogiéndome de los hombros.

Su contacto me reconfortó y me di cuenta en ese momento de lo mucho que necesitaba aquella disculpa. Mis ojos se empañaron de lágrimas, pero no dejé que ninguna llegara a derramarse:

- No quise decir eso ni hacerte sentir mal.- siguió él.- Sé que me he comportado como un idiota contigo cuando no tienes culpa de nada. De verdad, lo siento.

- Estoy de acuerdo en que te has comportado como un idiota.- dije simplemente.

Me estaba costando hacerme la dura ante su mirada, de total arrepentimiento:

- Deberías contarme que te ha hecho comportarte así...- sugerí deseosa de saber qué le había ocurrido, aunque estaba casi segura de que Marta tenía mucho que ver.

- Es algo de mi pasado de lo que no estoy orgulloso, Henar... Tengo miedo de que sabiendo eso tú...

- Tu mismo lo has dicho- le interrumpí ante su creciente malestar- Es tu pasado. Todos cometemos errores y yo solo quiero entenderte y ayudarte, Pablo...

Él pareció dudar durante algunos segundos, pero tras suspirar y mirarme al fin de forma decidida y sin el brillo de duda en su mirada que le había caracterizado durante aquella noche, me cogió de la mano y me guio hasta la cocina, donde nos sentamos en los taburetes de la isla que había, sacando antes dos copas de un armario y una botella de vino.

Le observé detenidamente, notando su nerviosismo. Llenó las dos copas de vino y él bebió la suya de un solo trago, llenándosela de nuevo. Me resultó gracioso:

- Cariño, parece que hayas matado a alguien. Relájate, seguro que no es para tanto- dije para intentar tranquilizarle, cogiéndole de la mano para evitar que volviese a beberse de golpe su copa.- Cuéntame. No habrás matado a nadie, ¿verdad?- pregunté al fin ante su silencio para intentar romper el hielo.

Le hice sonreír:

- No... claro que no.- contestó.

-Entonces no hay de que preocuparse.-sentencié devolviéndole la sonrisa.

Bajo el cielo de París [Pablo Alborán] COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora