26. Cambio drástico

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En ese momento lo que parecían sirenas de un coche de policía parecían sonar acercándose y aquel hombre se puso nervioso:

- ¡Joder!- gritó aquel hombre.

Se abalanzó sobre mí, intentando quitarme el bolso y Pablo se interpuso agarrando a aquel tío por los hombros y empujándole con facilidad, haciéndole caer al suelo. El hombre, tras poderle ver la cara completa y apreciar su demacrado aspecto, seguramente al escuchar que las sirenas estaban acercándose se levantó del suelo para salir corriendo y pudimos ver, segundos después, como un coche de policía pasaba por nuestro lado persiguiendo a aquel hombre:

- Dios, Henar- dijo Pablo acercándose de nuevo a mí agarrando mi cara con sus manos- ¿Estás bien?

- Sí- respondí algo confundida.

Sin saber por qué mi mirada se dirigió a su pantalón y pude ver como una mancha de sangre empezaba a crecer en la tela:

-¡Pablo!- grité asustada- ¡Te ha herido!

Un coche de policía paró a nuestro lado y enseguida se percataron de que Pablo estaba herido, por lo que llamaron a una ambulancia. Mientras esta llegaba, empezaron a hacerme preguntas mientras otro de los agentes hacia un torniquete a la herida de Pablo. La verdad, no pude contestar demasiado bien a las preguntas que me estaban haciendo, pues estaba conmocionada por lo que había ocurrido, sin poder asimilarlo, y mi atención estaba concentrada en Pablo y en su herida, que no paraba de sangrar:

- Tranquila, no es nada grave- dijo él intentando tranquilizarme cuando los policías se pusieron a hablar entre ellos- Un corte profundo que seguramente necesitará puntos, pero nada más.

Yo me mordí el labio inferior, incapaz de dejar de preocuparme por él y sintiéndome mal por no haber podido hacer nada más que paralizarme:

- Eh...- dijo él cogiendo mi cabeza con suavidad para llevarla a su pecho y abrazarme- No ha pasado nada grave y seguro que pillarán a ese cabrón. Morí de miedo al ver que ese tío se abalanzaba sobre ti y un corte de nada no importa si tu estás bien.

Abracé su cuerpo, rodeando su cintura y pocos segundos después apareció una ambulancia y ambos subimos en ella. Mientras nos dirigíamos al Hospital de Saint-Louis y una enfermera se encargaba de hacer la primera cura y cortar la hemorragia de la herida de Pablo, llamé a Lolo y le expliqué lo que había pasado.

Cuando llegamos a Urgencias del Hospital, me hicieron esperar en una sala mientras entraron a Pablo en los boxes y no pude sentirme más nerviosa que entonces. Hubiese preferido poder entrar con él, pero según las normas del Hospital y al no ser familiar suyo, no podía pasar. Por suerte, Lolo llegó con Porty y Antonio en pocos minutos y pudieron hacerme sentir mejor. Les expliqué todo lo que había pasado y se horrorizaron al saber que habían herido a Pablo con una navaja.

Los policías que nos ayudaron, los cuales habían venido con nosotros detrás de la ambulancia, se acercaron para decirnos que sus compañeros habían conseguido atrapar al atacante y me pidieron que, si era posible, nos pasásemos Pablo y yo durante los siguientes días por comisaría para que nos tomasen declaración con más calma. En cuanto la pareja de policías se marchó, no sin antes agradecerles el buen trato y servicio recibido, vimos a Pablo salir por una puerta, cojeando ligeramente y con una sonrisa algo forzada en sus labios, seguramente para transmitirnos que estaba bien. Nos explicó que habían tenido que darle ocho puntos pero que no era nada grave, que podía hacer vida normal a parte de tener que irse curando la herida y no hacer demasiados esfuerzos, sobretodo los dos primeros días.

Casi no pude hablar con Pablo, pues sus amigos, como era entendible, estaban preocupados por él y enfocaron toda su atención en él. Quedamos en que aquel mismo viernes nos llevaría Lolo a comisaría y, después de que Antonio fuese a buscar el coche, nos montamos en él para llevarnos al lugar donde Pablo había aparcado cerca del estudio. Lolo se ofreció a conducir el otro coche y fue él el que se ofreció a llevarme a casa. Ni siquiera pude hablar con Pablo o despedirme de él como me hubiese gustado, pues él iba de copiloto, yo detrás, y lo único que pude hacer fue coger su hombro, dejar que él cogiese mi mano durante unos segundos mientras me decía que me llamaría al día siguiente y bajar del coche.

Bajo el cielo de París [Pablo Alborán] COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora