Capítulo 7

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Damien abrió los ojos ahí en el medio de su amplia cama, y de inmediato se puso en pie.

No acostumbraba tener reloj junto a la mesilla de noche, pero tampoco lo necesitaba. Eran las seis de la mañana, y lo sabía sin necesidad de consultarlo. No sólo el sol naciente le informaba de ello, sino también la alarma mental que se activaba dentro de su cerebro todos los días. Era algo así como una bendición y una maldición al mismo tiempo.

Se tocó de inmediato la sien, y una vena en su frente le causó un leve dolor secuela de lo mucho que había bebido la noche anterior.

Enseguida se dijo que se quitaría la maldita resaca con una ducha.

No quería iniciar su día pensando en su nueva esposa, y en la boda que había dado lugar el día anterior, así que alejó tales pensamientos de su mente.

Le dolía muchísimo la cabeza debido al montón de alcohol que había ingerido, pero no era nada que no pudiese soportar.

De inmediato se puso en pie, y entró a la ducha.

Cinco minutos más tarde, o tal vez menos, salió del baño con una toalla blanca anudada a su cintura. Comenzó a vestirse para iniciar con el trabajo del día.

Era cierto, se suponía que estaba de descanso, pero para él aquello no significaba quedarse de holgazán, sino emprenderse con todo tipo de tareas que se llevaran a cabo en la hacienda.

Era un soldado duro e implacable, pero en el fondo de todo su ser, también era ranchero así como su abuelo, y todo antepasado de la familia Keegan.

Al salir de su habitación ni siquiera miró hacia la puerta continua donde bien sabía, había pasado la noche su esposa Ariana.

«Su esposa»

>¡Joder, no la llames así, y tampoco pienses en ella!<

Enseguida endureció sus facciones, y bajó escalones. Después entró a la cocina. No sentía apetito alguno, pero un buen café negro lo ayudaría con ese jodido dolor de cabeza que le taladraba tormentosamente.

Comenzó a bebérselo mientras se decía que más valía que a ninguno de los trabajadores fuese a ocurrírsele hacer algún comentario sobre el hecho de despertarse temprano a trabajar en lugar de quedarse en cama disfrutando de la mañana previa a su noche de bodas.

¡Maldición!

De nuevo pensando en ella.

Apretó los puños, y la furia contra sí mismo lo recorrió.

–Mierda...– siseó.

•••••

Aquella mañana Damien no fue el único en despertarse temprano.

Nueva casa, nueva vida.

Ariana no había logrado pegar el ojo en toda la noche, así que cuando comenzó a sentir que amanecía, se dijo que lo mejor que podía hacer era levantarse ya de esa cama.

Había sido una noche difícil, debía admitir. Había sido la primera vez que dormía fuera de casa de sus tíos desde aquella terrible mañana en que después de darle la noticia de que sus padres habían muerto, los del departamento de menores le habían informado que tendría que vivir con su tía Penélope, al ser ella el familiar cercano más directo que le quedaba.

La sensación de dejar aquella habitación en la que tantas veces había llorado por la muerte de papá y mamá, por la ausencia de Nonna, y por la crueldad y el desprecio con el que día con día la obligaban a vivir los Sheen, había causado algo extraño en ella, pero no lograba descifrar qué.

Mitades Perfectas® (AG 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora