La felicidad de Damien Keegan tenía rostro, tenía manitas, tenía piecitos, tenía boquita, y tenía unos ojitos marrones igual de asombrosos que los de su madre.
Stella le hacía inmensamente feliz, tan feliz como él nunca había imaginado que podría llegar a ser.
Esa diminuta personita sacaba lo mejor que él, lo inspiraba a ser mejor hombre, le daba las fuerzas que necesitaba siempre para ponerse en pie.
Ella era su razón de ser, no un pedazo de su alma, sino toda completa.
La pequeña había nacido de su simiente, y había llegado a su vida para darle esperanza y un nuevo comienzo. ¿Cómo no amarla por ello?
Damien estaba determinado a no dejar que Stella pasar por una infancia similar a la suya, eso ni loco. Su bebita no iba a sufrir por nada porque decididamente él iba crearle todo un mundo perfecto sólo para ella donde nadie pudiese tocarle ni uno solo de sus cabellitos.
Damien despertaba todas las mañanas con aquel pensamiento en su cabeza.
♫Yo prometo tomar lo que venga, y convertirlo en brillo, y siempre cuidar a tu corazón antes que al mío...♪
La niña iba a crecer con la convicción de que era amada por su padre, y él siempre la protegería y velaría por ella.
Ahí, en ese momento en que la tenía entre sus brazos, Damien la admiró.
Los dos se encontraban dentro de la enorme y azul piscina armable que él mismo había montado esa mañana.
Stella estaba disfrutando muchísimo del agua, y su padre la sujetaba en sus fuertes brazos con todo cuidado, protegiéndola de cualquier peligro.
Al parecer le encantaba el agua, y su hermosísima sonrisita lo demostraba. Se veía contentísima, soltaba gorgoritos y preciosas risitas de bebé, movía sus manitas y piecitos con gran emoción ahí dentro de la piscina, y cada vez que reía, sus sonrosaditas mejillas eran tocadas por las largas pestañas que había heredado de mamá.
Damien se encontraba fascinado mirándola.
Lleno de orgullo, se dijo que su hija era una niña bellísima. La más hermosa de todas las flores.
>Mi pequeña< pensó con mil ilusiones.
Stella jugueteó con el agua, y después alzó su cabecita para mirarlo. Enseguida sonrió divinamente, y aquellos hoyuelitos, también herencia de su madre, aparecieron para quitarle la respiración a Damien.
–¡Mierda! ¡Qué divina que eres!– exclamó antes de alzarla hacia él, y llenarle la carita de tiernos besitos. Luego volvió a mirarla. –No vayas a decirle a mamá que papi ha dicho malas palabras frente a ti. Será nuestro secreto– le guiñó un ojo, y a la bebé pareció gustarle la idea porque volvió a emocionarse soltando tiernos grititos. –Esa es mi chica– Damien le dio otro beso en la cabecita, y enseguida continuaron jugando.
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Mitades Perfectas® (AG 2)
FanficLa vida les ha dado demasiados golpes a sus cortas edades. Ellos van por ahí sin rumbo, lastimados, destrozados, resignados. Ellos tienen roto el corazón. Ellos están incompletos. Ellos son sólo mitades... Damien Keegan es un soldado de las Fuerzas...