Capítulo 44

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Las amaba.

¡Cielo santo! ¡Cuánto las amaba!

¿Cómo explicar cuán agradecido estaba por ambas?
Eran su vida entera.

Perfectas y preciosas criaturas mágicas.

Cada vez que Damien las miraba... ¡Joder! Cada vez que las miraba él volvía a reencontrarse consigo mismo. El corazón se le inundaba de paz y confortación, todo su mundo se iluminaba, y le llegaba la certeza de que todo estaría bien simplemente porque ellas dos existían.

Damien las observaba. Se encontraba ahí, sentado sobre los escaloncillos del pórtico, mientras Ariana caminaba en círculo manteniendo el agarre de las diminutas manitas de Stella para que pudiese dar cortos pasos sin caerse.

Decir que estaba fascinado era poco. Estaba hipnotizado, hechizado, y sonreía lleno de esperanza y alegría. Dos cosas que antes él no conocía.

Estaba locamente enamorado, y eso era irrevocable. Ariana y Stella habían traído esa paz, esa esperanza y esa alegría que superaban en mucho todos sus sueños.

En ese instante la pequeña Stella comenzó a dar grititos de alegría, y Ariana la miró con tal adoración que el pecho del joven soldado quedó desbocado.

Las facciones de Ariana se embellecían increíblemente más con el solo hecho de darle amor a la hija de ambos, y eso era espectacular.

Enseguida la vio levantar la mirada para sonreírle a él, mostrándole esa hermosísima sonrisa que le decía <te amo> y que reservaba sólo para él

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Enseguida la vio levantar la mirada para sonreírle a él, mostrándole esa hermosísima sonrisa que le decía <te amo> y que reservaba sólo para él.

Damien también le sonrió, consciente de que todo el amor que le provocaba quedaba reflejado en su rostro.

¡Maldición!

Amaba el marrón de sus ojos y la dulzura de su sonrisa.

Se sintió entonces embargado de cálidas emociones que lo transportaron a otra galaxia, y lo hicieron de pronto imaginar que su corazón podía estallar de tanto que las amaba.

Qué estupendo que era, pensó con emoción. Qué estupendo era poder ser libre, poder amar sin reservas, y sentirse amado al mismo tiempo.

–Empezará a caminar en unos cuantos días, estoy segura de eso– exclamó de pronto Ariana mientras alzaba a la niña para besarle tiernamente una de sus regordetas mejillas.

Damien miró fijamente a su hija. Stella que recién había cumplido su primer año, y ya demostraba habilidades bastante avanzadas para un bebé de su edad.

–Así será– secundó orgulloso, y continuó mirando a la bebé.

Había ocasiones en las que Damien miraba a Stella, y no podía evitar pensar en su propia madre y en todas sus pesadillas. Parecía increíble la manera en la que su vida había cambiado, y todo gracias a esa pequeña cosita balbuceante de ojitos marrones.

Mitades Perfectas® (AG 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora