Capítulo 33

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Qué guapo era...

Fue el primer pensamiento de Ariana cuando despertó, y él fue lo primero que sus ojos miraron.

Grande, atractivo y viril. Era un espécimen masculino único y especial, y ella apenas y podía creerse que fuera su esposo y el padre de su hija. Solía asemejársele a un lobo feroz de piel morena, demasiado imponente, lleno de intensidad, rebosando sexualidad por cada poro de su ser.

Sin embargo, ahí dormido tan pacíficamente no parecía tan voraz, sino que lucía adorable.

Su cabeza estaba apoyada en la almohada, y tenía la respiración serena y profunda. Su apariencia era infantil y bastante encantadora.

El corazón de Ariana se inundó de amor y de emociones muy cálidas.

Lo amaba muchísimo. Damien lo significaba todo para ella. El hombre del que estaba profundamente enamorada, su salvador, su protector y quien le había dado el regalo más valioso que era Stella.

Qué estupendo había sido entregársele en cuerpo y alma, qué maravilloso era yacer junto a él, sentir sus piernas cubiertas de áspero vello entrelazadas con las suyas, el sólido tórax contra su espalda, la mano extendida para poder abrazarla, el ritmo constante de su respiración masculina rozando en su oído. Todo aquello antes de darse la vuelta para poder mirarlo.

No pudo resistir más la tentación de tocarlo, y así lo hizo. Con las yemas de sus dedos acarició su rostro, empezó delineando las espesas y pobladas cejas negras, los duros contornos de su cara, la mandíbula cuadrada... Era escandalosa y virilmente hermoso.

Y también maravilloso.

Lo vio sonreír entre sueños, y creyó que despertaría, pero no fue así. Al parecer estaba agotado por las horas y horas que habían pasado aquella noche haciendo el amor apasionadamente. Pero ella no se sentía cansada.

Él le había dicho que iba a tratarla como reina, que la complacería en todo, pero Ariana lo que más deseaba era complacerlo a él, quería ser la mejor esposa que pudiese tener.

De inmediato se puso en pie porque quería tener listo el desayuno para cuando él despertara, pero mientras lo hacía...

¡Cielo santo! Ariana sintió aquellas sensaciones de delicioso dolor. Aquel lugar entre sus piernas estaba resintiendo los efectos de las largas e intensas actividades del día anterior.

Rió para sí, después tomó las piezas de su pijama y sus bragas, y las apoyó contra su pecho intentando cubrir un poco su desnudez. Luego salió de la habitación para ir a la suya a asearse y vestirse.

<–Este es tu lugar ahora, preciosa...–>

Eso había dicho él la noche anterior, y Ariana se ruborizó comprendiendo hasta ese momento lo que aquello significaría.

Decidió concentrarse entonces en lo que debía hacer.

Se bañó y se vistió rápidamente colocándose unos shorts ajustaditos de mezclilla y una blusita delgada, dejó su cabello suelto, y pronto corrió a la habitación de Stella.

La encontró despierta sobre su cuna. La niña sonreía y se mantenía ocupada mirando el girador de estrellitas.

Ella siempre estaba contenta por las mañanas.

Ariana la encontraba cada vez más parecida a su padre, y en ese momento de igual manera se lo pareció.

Era la misma carita de él.

La amaba porque era suya y también de Damien.

De inmediato la tomó en brazos.

–Vamos, mi amor. Te daré de desayunar, y después me ayudarás a prepararle el desayuno a papá– le habló con amor, y la abrazó a su pecho.

Mitades Perfectas® (AG 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora