Capítulo 38

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El ruido de su puerta al abrirse fue lo que la despertó.

Dormía de lado, porque le gustaba abrazar la almohada de Damien cuando él no estaba. Colocó sus palmas sobre el colchón, y se alzó un poco, con ojos adormilados miró hacia la entrada de la habitación.

En ese instante fue cuando lo vio, y se quedó sin respiración.

Estaba todo oscuro, y por la ventana únicamente entraba una delgada línea de la luz de la luna, así que ante sus ojos, sólo podía visualizar una enorme masa bajo el arco de la puerta. Alto y fornido, cubriendo casi toda el área en su totalidad.

Ariana no lograba verle la cara debido a la oscuridad, pero en ningún momento tuvo miedo, porque supo al instante que era Damien el que se encontraba ahí. Su alma lo sentía, y su cuerpo reaccionó inmediatamente.

¿Era un sueño? Se preguntó, pero sabía que no, no estaba soñando, no podía ser de ese modo.

Estaba ahí, verdaderamente estaba ahí, vestido con su uniforme militar, exudando poder y virilidad, y dejando que todo fluyera en el aire hasta llegar a ella.

–Damien...– susurraron sus labios sorprendidos..

Él también la miraba, él también se encontraba sin respiración, a él también le latía el corazón enloquecidamente.

Sus ojos negros posados en ella ahí en la oscuridad. Recorriendo con dolorosa lentitud la sinuosa belleza de sus formas, y después quedándose fijos sobre los suyos.

Su pequeña y preciosa Ariana.

«Ariana»

Ariana que lo tenía vuelto loco, que no salía de su mente ni siquiera un instante, y que lo atormentaba en sueños noche tras noche. Ariana bañada por la luz dorada de la luna. Su aspecto demasiado inocente y dulce, lleno de magia.

Preciosa, preciosísima hada mágica.

Su entrada la había dejado sorprendida en un primer instante haciendo que se incorporara sobre las rodillas, pero su delicado rostro mostraba ahora una expresión demasiado intensa, una expresión que nada tenía que ver con la sorpresa.

Los ojos marrones permanecían muy abiertos, cristales color miel brillando ahí, los labios entreabiertos, la vena de su delgado cuello en constante respiración.

Era su esposa, su mujer, y Damien rabió ante el pensamiento de que ella había tenido que dormir todas esas noches sin él.

¡Joder!

No mencionó cosa alguna, y ella tampoco lo hizo porque no hacía falta que lo hicieran. Y entonces los dos lo sintieron. El hambre surgió con fuerza increíble dentro de los dos, una explosión invisible se desató.

Damien entró y cerró la puerta tras de sí, dejó caer la maleta que sostenía en su mano haciendo escuchar un golpe seco en el suelo. Mientras Ariana avanzó utilizando sus rodillas para llegar a la orilla de la cama, y poder encontrarse con él cuanto antes. No entendía por qué pero sabía en el fondo de su alma que no tenían mucho tiempo, y debían aprovechar cada segundo juntos.

Llegaron al mismo tiempo. Damien la tomó de la cintura casi rodeando en totalidad la estreches con las manos. Ariana se abrazó a su cuello, y ambos se aferraron el uno al otro en un apasionado beso que robó sus alientos y llenó de placer todos sus sentidos.

Duro y dominante, Damien la besó y la estrechó a su cuerpo trayéndole vida a todos esos sueños de las noches pasadas.

Ariana se dejó besar por él, y se derritió en sus brazos amoldando su cuerpo al suyo, tomando sus labios y entregando los suyos, luchando por conseguir más y más de su boca.

Mitades Perfectas® (AG 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora